domingo, 7 de agosto de 2016

Positivismo

Mi profesor de Sistemas Políticos y Desarrollo en África, Mbuyi Kabunda, prevenía contra las visiones únicamente negativas o exclusivamente positivas que predominan en la academia sobre ese continente. Aconsejaba, a cambio, el tan poco valorado REALISMO. Es decir, una de cal y otra de arena.

Yo siempre he sido una gran partidaria del realismo.
Hacer críticas, pero que sean constructivas. Ofrecer halagos, solo si son merecidos.
Sin embargo, siento que las últimas entradas están desequilibrando la balanza, así que esta mañana me he propuesto firmemente escribir hoy sobre algunas cosas buenas y bonitas. No porque sí, sino porque también las hay y merecen su espacio.

Quibdó es una ciudad en la cual la música vibra por cada rincón.

En estos meses, las preparaciones de las fiestas de San Pacho dejan ver desfiles uniformados de diversos colegios, al ritmo de tambores e instrumentos de viento. El 'swing' de los muchachos se siente hasta en el caminar.

Puedes comer helado a cualquier hora y en cualquier momento del año, porque siempre hace el clima perfecto para ello. Eso, tal vez lo tengas en otras ciudades calientes. Lo que no encontrarás más que aquí son sabores que dejan ojiplático y tartamudo al expatriado. Si no eres de la zona, lo mismo te da uno que otro porque no reconocerás ninguna de la inmensa variedad de frutas exóticas: lulo, arazá, badea, chontaduro, carambolo, borojó, guayaba...

Doy fe de que hay gente que tiene romantizadas las tormentas eléctricas, esas con truenos y relámpagos. Yo soy una de ellas. Las tormentacas producen una sensación de sentirse muy a gusto de estar a resguardo. Tal vez por eso nos gustan, porque dejamos por un momento esa incesante necesidad de estar a disgusto con algo. Quizá sean los restos de una etapa gótica mal curada, no sé. Pues aquí hay una prácticamente cada noche, y es genial.

Algo que me encanta del Chocó, y sé que voy a echar de menos a mi vuelta, es la prioridad que tienen las cosas en la vida de la gente. Nadie me ha hablado en todo este tiempo aquí de zapatos, bolsos, ni ningún otro tipo de moda. No he tenido que escuchar conversaciones sobre lo preocupada que estaba nadie por si algo le quedaba bien o mal. Nadie protesta por no tener la última generación de un cacharrito. Los niños no se critican por ir vestidos casi con harapos. La apariencia importa menos.
Lamentablemente, el bombardeo de comerciales en televisión, y la imposición del modelo capitalista hará que cualquiera de estas personas esté incitada a desear más. En el mismo instante en que sus necesidades básicas estén cubiertas se volverán consumistas en lugar de consumidores. Y empezarán a hablar de ello. Pero, mientras que las preocupaciones inmediatas sean el agua, la comida y un techo, incluso para uno mismo; las prioridades revierten a un estado más puro y primigenio.

El cerebro descansa del ruido.


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