viernes, 15 de diciembre de 2017

Cuatro meses

Terminan mis primeros cuatro meses en Quibdó, cuatro meses que han parecido cuatro años. Y llevo días sintiendo la necesidad de plasmar las ideas que no he logrado escribir antes, por falta de tiempo o claridad mental, sobre esta etapa.

En un balance global de las cosas, debo comenzar por decir que ha sido bueno. No ha sido fácil, los aprendizajes y cambios nunca lo son, pero sí gana lo positivo por encima de lo malo.

Me he cuestionado mil y una veces el valor del trabajo "de cooperación" por "el desarrollo". Y creo, pienso, que después de todo tengo la respuesta. O al menos una respuesta que me sirve a mí. Todos los proyectos sociales son asistencialistas. No hay cooperación al desarrollo efectiva. Es paternalista pensar que podemos llegar, desde otros países o desde las ciudades capitales del propio país a las ruralidades a mejorar de alguna forma las vidas de las personas. ¿Por qué? ¿Con qué derecho? ¿Bajo qué modelo de "mejor"? Mucho menos con el tipo de proyectos cortoplacistas que existen actualmente.
Trabajo en un proyecto con un nivel de escucha comunitaria sorprendente, se tienen en cuenta las opiniones de los destinatarios para detalles grandes y pequeños. Y aun así, el impacto a escala macro no solo es dudoso sino imposible de medir.

Por ello, he sufrido a lo largo de este tiempo el rechazo y hasta abuso de miembros del equipo y la comunidad que desprecian las medidas de asistencia. Las personas de entre 25 y 35 años, que han tenido más oportunidad de formarse que sus mayores y a su vez recuerdan con lucidez los últimos 15 años de proyectos que ha vivido la región, miran con recelo a los forasteros que vienen unos días o unos meses. Siempre con promesas, a veces con incentivos (refrigerios, canastas familiares, uniformes, etc.). Pero rara vez con objetivos que reflejen resultados positivos sobre la comunidad.
Porque claro, si yo voy a diseñar un proyecto, mi indicador jamás va a ser "reducción de la violencia" o "aumento de la escolaridad" para cualquiera de mis actividades. Hacer eso implicaría una labor titánica de recopilación de datos tanto para la linea base como posteriormente. Además tendría montones de variables de confusión. Lo que haré será marcar como indicador algo fácil, como "100 % de los participantes asisten a la capacitación". Eso me permite rendirle cuentas a mi financiador de maravilla. Pero no hace una mierda para la comunidad. No asegura ningún resultado real y tangible en el contexto.

Pese a todo, he decidido que prefiero hacer esto a cualquier otra cosa. Y ese es también uno de los grandes regalos que me llevo de esta etapa. Cuando terminé la carrera, solo creía en resultados que superaran un intervalo de confianza estadísticamente significativo. Ahora ya no me acuerdo de hacer un test T.
A cambio he aprendido que hay aportes cualitativos que valen más que cualquier resultado medible en ningún informe. Como cada vez que llego a un barrio y esos niños y niñas me saludan con un: "Seño Albaaaaa", o ese pequeño de 6 años que ayer me hizo cosquillas sin importarle mi rango ni edad, como el chico que sigue trabajando reciclando chatarra frente a mi casa y me busca los sábados por la mañana para que le invite a desayunar algo o le ofrezca unas palabras amables, como el joven que hemos sacado de las pandillas haciéndole monitor de uno de los equipos y me escribe por WhatsApp cuando está tan triste que piensa en irse de casa o hasta en suicidarse y como la niña que siempre me busca para pedirme "un abrazo, por favor".

Al fin y al cabo, hemos diseñado un mundo en el cual nadie se libra de trabajar. Y yo agradezco haber encontrado por fin un empleo en el cual siento que puedo aplicar mis conocimientos de manera útil, aporto -si no a gran escala, sí a nivel individual a mejorar el bienestar de las personas-, disfruto a ratos y -esto es importante- me pagan por hacerlo. Con casi 30 años puedo decir que... ¡Se acabaron los voluntariados y prácticas!

Así que regreso a Bogotá con ganas de un merecido descanso. Pero también con toda la intención y deseo de continuar haciendo esto cada día más y mejor.

martes, 7 de noviembre de 2017

Vulva Libre

Entre el jueves y el domingo de esta semana participé en varias actividades relacionadas con el feminismo, la teoría de género y las nuevas masculinidades que me dejaron algunas reflexiones.

Algunas de las actividades estaban enmarcadas en un proyecto llamado Vulva Libre, ejecutado por tres asociaciones alrededor de varias temáticas.

Otras tenían que ver con el marco de mi propio proyecto, que a pesar de ser deportivo y enfocado a infancia, tiene integrada la transversalidad de género.

El jueves llegué después de una mañana de trabajo, por los pelos, a la actividad de apertura de las sesiones de Vulva Libre. Estaban aun estampando algunas camisetas con el lema del evento: "Con pelos en la vulva, sin pelos en la lengua" y una imagen de Angela Davis. Mientras, se retransmitían por radio las opiniones de les asistentes.

Ahí, escuchando ideas feministas por primera vez nunca en Quibdó, viendo la sala de Motete llena de mujeres y hombres dispuestes a hablar sobre la equidad, se me erizó la piel y no pude evitar que se me humedecieran los ojos de emoción.
No fue la última vez que tuve que contener las lágrimas en el fin de semana.

Recordando esos momentos el lunes, conversando con alguien queride, fui consciente que ese llanto era producto de una mezcla de sentimientos: la felicidad de sentirme por fin en un espacio amable a mi experiencia como mujer y, a la vez, el dolor acumulado por el exceso de abusos de los últimos meses. Pienso que nunca antes he experimentado el machismo como aquí. Exacerbado. Peor aun, ahora que tengo tan claro sus señales. Supongo que dolía menos cuando lo normalizaba.

Y duele también la ausencia de foros. De espacios donde compartir ideas.

Por eso, este fin de semana sentí un gran alivio al ver llegar con el proyecto alguien comprometido e informado. Una persona que me acompañó con interés a las actividades feministas de Vulva Libre. Y que venía a impartir un taller sobre género a todo el equipo. ¡Qué necesario!

Sin mucha sorpresa, pero sí con tristeza, observé cómo nadie del equipo sabía lo que significa la palabra 'género'. El coordinador deportivo la confundió con 'orientación sexual'. Tras varios ejercicios sobre estereotipos y roles de género, la mayoría de los muchachos aun repetían las mismas clasificaciones binarias después de dos días. Uno de los líderes, después de llegar varias horas tarde, se durmió y luego se fue antes de terminar el taller.

Así y todo, para mí fue importante. En estas lides, con el paso del tiempo empiezas a creer que eres tú la que está loca y los demás quienes tienen razón. Cuando el mundo entero camina hacia atrás y eres la única que da pasos hacia delante, comienzas a cuestionar si realmente vas en el sentido que debes. Después que varias personas hayan empleado métodos abusivos como la "luz de gas" y te repitan una y otra vez que haces mal las cosas, que te equivocas, o se comporten de forma grosera -sí, todavía- hacia ti es difícil mantener la fe en una misma. Ni hablar de la auto-estima o la motivación. Por eso, fue importante para mí. Reafirmó mis ideas. Me recordó que tengo derecho a sentir rabia, ira, dolor, frustración. Porque estoy siendo víctima de un abuso sistémico por parte de este entorno machista, intolerante, miope...

Además, el fin de semana me dejó en general una hermosa sensación. De un gran aprendizaje, sobre la experiencia de ser una mujer feminista y el afro-feminismo en general aquí. Lo relataré, en breve, en mi otro blog. Y de posibilidades. En Quibdó puede haber espacios para mí.

martes, 31 de octubre de 2017

La verdad

Desde el punto de vista filosófico y científico, la verdad no existe. 
Podemos teorizar hasta el aburrimiento sobre la moral y la ética de lo honesto, pero siempre nos daremos contra el muro de la incertidumbre ante la objetividad de lo "real".

¿Qué es verdad, si no puedo saber con certeza si mis experiencias son generadas por un mundo exterior y pasadas por el filtro de mis sentidos y experiencias o simplemente estímulos electromagnéticos que me alimentan? ¿Qué es verdad, si no comprendo cómo esas experiencias modifican la percepción de la realidad en cada quien? ¿Qué es verdad, si no entendemos que la percepción humana abarca una milésima del universo y niega todo lo demás? ¿Qué es verdad, si creemos ciega y únicamente en nuestros propios y limitados instrumentos?

Desde el punto de vista práctico, la verdad es un consenso fundamental para la convivencia.
Y la honestidad, un pilar ético fundamental para el entendimiento.
Importa poco si tu percepción de la situación fue distinta a la mía, o tus experiencias te han llevado a entender convenciones de manera diferente. Lo único importante es que lleguemos a un acuerdo comunicativo y explícito sobre lo que ambas entendemos de la situación.

Aquí, la gente miente.
Miente porque sí. Miente a lo tonto. Miente en cosas en las que es muy fácil pillarles.
Cuentan medias verdades. Cuentan versiones diferentes, omitiendo unos detalles para unas personas y otros detalles para otras, según les convenga. Mienten mucho. Aquí la gente te dice a la cara mil y una veces que: "Sí, seño". Pero luego es que no. Mienten para hacer daño. Mienten para sacar beneficio. Mienten por vergüenza. Mienten por costumbre. Mienten por pereza.

jueves, 26 de octubre de 2017

Afirmaciones positivas

Hace algún tiempo aprendí que la única manera de superar momentos difíciles es enfocarse en lo bueno, magnificar los aspectos positivos mentalmente. Para que, poco a poco, los retos dejen de tener tanto protagonismo en la mente.

La serendipia introdujo en mi vida la gratitud en el año 2014, mientras superaba uno de los momentos más complicados de mi vida, como herramienta para transformar la ansiedad en esperanza.

Desde entonces, he ido descubriendo a pasos de gigante los aspectos prácticos específicos del camino que académicamente se llama psicología positiva. Y, aunque coloquialmente puedan parecer consejos de algún librucho de auto-ayuda comprado en el aeropuerto, tienen un fundamento en las filosofías Tao, Hindu y Budistas además de varios soportes experimentales de valor.

Claramente han sido unas semanas muy complicadas, emocional y físicamente.
Pero me dispongo a relatar, con el objetivo de "voltear la arepa", lo positivo de ellas:

  • He mantenido una rutina de auto-cuidado. Practicando yoga casi a diario, meditación otros días. Ambas a veces.
  • He mantenido una dieta equilibrada y una rutina de sueño regulares casi todos los días.
  • He logrado uno de los objetivos del proyecto que se me resistía desde el comienzo, encontrar una persona para la coordinación psicosocial dispuesta a trabajar todos los días de la semana y a entrar en los barrios que trabajamos.
  • Estoy aprendiendo a tener más paciencia hacia los imprevistos, cambios de última hora y otros inconvenientes logísticos.
  • En el último año he realizado un inmenso aprendizaje emocional propio. Esto me ha acompañado durante las últimas semanas para entender mejor mis sentimientos y reacciones hacia el entorno.
  • Me siento libre de resentimiento o ira hacia la persona que ha estado agrediéndome. Tampoco me causa tristeza o dolor ya. Intento cultivar un sentimiento de compasión hacia él.
  • El proyecto ha logrado cambios positivos de convivencia en algunos espacios de implementación.
  • Los menores están, en general, satisfechos con los resultados de los refrigerios logrados gracias a mi gestión logística.
  • He tomado acción rápida e inmediata para modificar las debilidades identificadas.
  • Estoy teniendo en cuenta la participación de todos los miembros de mi equipo en la medida de las posibilidades de diseño del proyecto, e incluso más. Proponiendo ajustes a la estructura que se adapten más a las necesidades del contexto. Tengo en cuenta a las personas con las que trabajo.
  • Comprendo, entiendo, concedo las múltiples razones para no participar al 100% en los compromisos del proyecto del equipo.
  • Agradezco la compañía de las personas que he encontrado aquí como red de apoyo afectiva.
  • Agradezco contar con mis necesidades básicas cubiertas (casa, comida, agua, electricidad).
  • Agradezco poder darme caprichos ocasionales, como cenar fuera o ir al río.
  • Agradezco haber encontrado un espacio cultural con programación semanal y gratuita.
  • Agradezco los momentos de descanso.
  • Agradezco estar sana.
  • Agradezco esta experiencia, por hacerme más fuerte física y mentalmente.

Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes siguen sonriendo. Por ellos y por ellas, sigo.

sábado, 21 de octubre de 2017

Payasa

En la vida hay que aguantar muchas cosas.

Desde pequeños se nos enseña que hay cosas que "son lentejas"; es decir, "si no las quieres las quieres las dejas". Siendo que generalmente hay poca opción de dejarlas, porque toca comer para llenar la barriga.

Ese refrán o frase hecha refiere una de las verdades insondables sobre el libre albedrío humano. Siempre hay otra opción: irse, dejarlo, cambiar, morir. Pero innumerables veces nos sentimos arrinconados entre la espada y la pared, como si no hubiera más salida que tomar el camino que se nos presenta. Porque, como en el caso del plato de lentejas (que a pesar del hambre no deseas comer por no gustarte), siempre queda la opción de seguir con el estómago vacío a pesar de las consecuencias. Más nunca veremos eso como opción real; ya que la naturaleza nos impulsa hacia uno de los caminos, el de alimentarnos, limitando nuestro libre albedrío.

Todo esto viene a las dificultades que nos toca aguantar. Que son muchas desde muy temprano. Abuso escolar, negligencia paterna, diversos tipos de inequidad, son algunos ejemplos comunes sin irnos a casos extremos.

La enseñanza a lo largo de la vida, por mucho que tu instinto se trate de revelar, es que "son lentejas".

Pero hay cosas que no se pueden ni deben tolerar.

Y realmente, por mucho que el aprendizaje y el instinto luchen para mantenerte quieta en ese lugar de sumisión y aguante, no tiene pies ni cabeza hacerlo.

Son las cosas que atentan contra tu integridad física, emocional o moral. Es decir, daño directo a tu cuerpo o tus límites corporales, la violación de barreras mentales que protejan tu auto-estima y auto-cuidado -como insultos u otras agresiones verbales desmesuradas- y la burla de valores o principios éticos bajo los cuales riges tu existencia.

Ceder en cualquiera de estos tres puntos implica, automáticamente, una erosión del ser hacia un estado de sumisión bajo dinámicas de poder que incapacitan la auto-determinación.

Y toda esta larga reflexión para contaros que llevo varias semanas aguantando que uno de los señores del equipo me grite sin cesar, me tire el teléfono cuando se le antoja, me llame desde grosera y engreída hasta payasa, hable a mis espaldas con frases del tipo: "de qué podridero de España habrá salido esta para estar en Quibdó", me acuse de estar quedándome con dinero del proyecto delante de talleristas invitados desde Medellín, e intente volver a todo el equipo en mi contra sobre cada decisión que tomo.

Ea, que llegan momentos que toca decidir. Si son lentejas y te partes un diente con la piedra que llevan de lo malas que son, o si las dejas.

viernes, 6 de octubre de 2017

Puedes llevar un caballo al agua...

En inglés hay un refrán que dice: Puedes llevar un caballo al agua, pero no puedes hacerle beber.

Está semana he pensado mucho en esa frase mientras me peleaba (mental y externamente) con las contradicciones de ver cómo hay gente que "necesita ayuda", pero no pone de su parte para recibirla.

Las acciones para el desarrollo parten de varias premisas muy cuestionables, veamos:


  • Que hay una forma de vida mejor que cualquier otra para el ser humano, y ésta es la que siguen las personas en el "mundo occidental". 
  • Que esa forma de vida es la única manera de garantizar los derechos fundamentales de las personas.
  • Que los derechos fundamentales (civiles/políticos y económicos/sociales) son incuestionables, y es obligación de todos defender y velar por su cumplimiento. Es decir, que Naciones Unidas y cualquier organización internacional con fines de "desarrollo" tienen potestad sobre estos derechos -en lugar de pertenecer a los individuos y la soberanía del país, como ocurre con la jurisdicción legal de la mayoría de otros asuntos- su protección.
  • Que todas las personas desean migrar su estilo de vida hacia esa forma de existir.


    Así, vemos como "derecho a la educación" se traduce en "derecho a una educación occidental, secular, en escuelas como las nuestras"; cuando perfectamente podría ser un derecho a la educación vernácula. O "derecho a la salud" se traduce en "derecho a una medicina alópata y occidental, en hospitales como los nuestros", cuando podría ser un derecho a la medicina ayurveda o cualquier otra similar [aunque aclaro que no estoy a favor de ninguna otra medicina que no sea alopatía salvo como tratamiento complementario, si acaso].

    Además, el "desarrollo" ha pasado por distintas fases en la historia intentando lavar su aspecto caritativo y asistencialista:
    1. Dar el pescado. Cuando comenzó todo esto, con Reagan y Thatcher después de la II Guerra Mundial, la idea era dar a los pobres que no tenían el maravillo mundo de ganadores post-industrial que se habían quedado los aliados. Apaciguar mediante limosnas a los que no habían probado ni las sobras del botín. Y un poco de azúcar sobre la terrible medicina de los Planes de Ajuste Estructural que se propusieron a escala global.
    2. Enseñar a pescar.
    3. Enseñar a pesar sin agotar la reserva de pescado del río. Sostenibilidad.
    4. Que el pescador tenga un salario digno, unas horas justas, seguro de riesgos laborales y no pesque animales en riesgo de extinción pero siga alimentando a su familia y cubriendo la demanda del mercado.
    Bueno, pues aun no hemos llegado al punto 2. en muchos de los proyectos de desarrollo. Todavía se entregan bolsas de comida, subsidios a mujeres por quedarse embarazadas, vivienda social... Sin pedir nada a cambio del receptor. Y claro, mal. Ni un curso de gestión de gastos del hogar, de cocina saludable, de lectura de etiquetas de nutrientes o de planeación familiar, nada.

    El severo asistencialismo que esto genera es, literalmente, mujeres teniendo más hijos para recibir más dinero porque nunca han calculado que no les sale a cuenta -no pueden, tampoco, tienen suerte si acabaron séptimo. Que ese subsidio es una ayuda y no cubre ni la mitad de los gastos reales del bebé.

    Quibdó es una región echada a perder por esto. Todo Naciones Unidas con sus 50 departamentos opera aquí, en una ciudad de 100.000 habitantes. Hay una fundación en cada cuadra.

    Regresando a mi situación, la realidad es que se vuelve muy complicado trabajar. 

    Este proyecto es particularmente poco asistencialista. Ofrece algunos beneficios materiales, pero el principal objetivo es una capacitación. Por eso me gustó. Una capacitación y el trabajo psicosocial con los menores. Es algo imprescindible, todos necesitan aprender a formalizar sus procesos. Todos se pueden beneficiar del intercambio grupal, del conocimiento colectivo. Antes lo hacían gratis. Y todos se involucraron de forma, por supuesto, voluntaria.

    Sin embargo, nadie ve un mensaje, ni tiene acceso a wi-fi o datos, si no es para cobrar el subsidio o para enterarse de temas de material, uniformes, implementación... Ahí de pronto a todos les funciona perfectamente WhatsApp. El interés por la colaboración grupal o hacia el beneficio más allá de uno mismo es prácticamente nulo, una incapacidad de mirar más allá del propio interés que abruma.

    Pero, ¿por qué se va a obligar al caballo a beber?
    Quizá veo un caballo agitado, caluroso, sediento. Y sí, puede que desde el exterior yo aprecie que sus necesidades estarían mejor satisfechas si bebiera agua. Más, si por un condicionamiento de varias generaciones de darle el agua a cucharadas o por una vulnerabilidad cultural o educativa, el caballo no bebe... ¿Por qué voy a obligar al caballo a beber? Tal vez no sea bueno que el caballo tome agua hasta que lo haga de plena voluntad. Y si seguimos forzando al caballo a beber (a cucharadas, con biberón/tetero, o colocando jugosos subsidios bajo el agua para que meta la cabeza hasta el fondo y de casualidad le entre un poco de líquido en la boca) puede que no estemos haciendo nada de nada a favor del caballo, su independencia y autonomía.

    miércoles, 4 de octubre de 2017

    Que se acaben los petardos

    El fin de semana pasado regresé a Bogotá por varias razones.
    Para revisarme la boca, porque me estaba doliendo una muela.
    Para ir a un taller de poliamor. Necesitaba recargarme de afectos.
    Y para regalarme un merecido descanso de un trabajo sin horarios, sin apenas apoyo "por arriba" -desde la administración en Bogotá- y con clara oposición "por abajo" -desde el equipo ejecutor aquí.

    Al regreso me he encontrado una ciudad de Quibdó en pleno apogeo del final de las Fiestas de San Pacho. Lo que el año pasado fue diversión, descubrimiento y la mejor despedida que la ciudad me pudiera brindar; este año se está convirtiendo en una excusa más para no sacar adelante los objetivos del proyecto.

    Keops, mi colega panafricanista y en pro de la liberación afro, dice que esta fiesta es opresora. Y tiene razón. Son más de dos meses durante los cuales la gente recibe ron y aguardiente GRATIS a casi cualquier hora.

    Os lo cuento:

    San Pacho se divide por barrios, 12 para ser exactos. Son los barrios pertenecientes al centro de la ciudad (los que quedan dentro del "anillo asfáltico").

    Oficialmente, este año las fiestas son del 19 de septiembre al 5 de octubre.

    (Prueba gráfica)

    Llegué el 12 de agosto, y un par de días después ya habían empezado las "alboraditas". Pequeñas versiones de las fiestas de cada barrio en las cuales las bandas de chirimía salen a las 11 o 12 PM a marchar por la zona, practicando la amanecida que se pegarán el día de la fiesta oficial. Hace ya más de 1 mes y medio que comenzaron los petardos con el primer barrio.

    El día 3 de septiembre fue la Gran Alborada General. A las 11 PM salieron desde la Catedral, tocando chirimía, haciendo bulla y tomando hasta el amanecer.

    El 19 de septiembre fue San Pachito, la mejor parte si no paras a pensar en la indoctrinación que hay tras ello; los niños más pequeños tuvieron su propio desfile. Agotados, muertos de calor y sed bajo esos trajes, recorrieron el centro. En la tarde fue el desfile de "mitos y leyendas".

    El día 20 era el más oficial, fiesta administrativa, con el desfile de "banderas". Ese día, en el río Atrato hubo una demostración de canotaje olímpico.

    A partir de entonces, entre el 21 de septiembre y el 1 de octubre, los 12 barrios tuvieron cada uno su día para desfilar.
    El desfile, siempre igual pero diferente. Primero pasan los "cachés" o disfraces, entre los cuales van pequeñas bandas tocando chirimía. Cada asociación, grupo o zona dentro del barrio confecciona el suyo. No se ven dos grupos vestidos igual en todas las fiestas, cada barrio es una explosión de creatividad y color.
    Después pasa el "revulú", una masa de gente sudorosa, amontonada alrededor de los camiones de guaro y ron, saltando al ritmo de los "bafles"; en la cual, cuenta la voz del pueblo, fácilmente te puedes llevar una puñalada porque muchos entran con machetes, cuchillos, navajas...

    A menudo se escucha hablar mal de San Pacho, de lo peligroso que es. Sin embargo, incluso el más miedoso se une finalmente a la fiesta; y no rechaza a la muchacha de la camiseta que dice "Platino" cuando pasa una vez más ofreciendo un chupito por la calle sin asfaltar del barrio de turno.

    El año pasado, la mayoría de los desfiles los vi desde la seguridad de mi balcón. Este año no tengo ni una ventana con vistas a la calle para verlos. Y, aunque me he perdido la mayoría por tener cosas más importantes que hacer, cuando he salido a mirar un rato los trajes se apreciaba cómo mucha gente daba un paso atrás (igual que yo) al llegar con el "bunde" la parte del "revulú".

    Este año han llegado 200 policías adicionales a proteger la ciudad durante las fiestas. He visto sus lechos. Duermen a la intemperie en el comando. Al lado del río, sin mosquiteras. En colchonetas sobre el suelo. Hay un techo pero no paredes, sino rejas, sobre las cuales han colocado una lona verde para que no se vea desde fuera.

    Las pandillas del norte que firmaron la paz hace un par de semanas con la alcaldía también están ayudando a mantener la paz. Con su "saber hacer" o conocimiento sobre malandraje, se están metiendo directamente en la masa a despojar de armas a quien las tiene sin emplear pistolas, porras ni placas.

    Aun así, ha ocurrido más de un incidente. Pero al parecer, este año -a diferencia de otros- ningún muerto. Me cuentan que antes la gente permanecía en sus casas, porque si te ibas a ver el desfile, a la vuelta estaba desvalijada.

    En definitiva, yo solo quiero que se acaben los petardos. Porque, ¿qué más que esto se puede esperar de repartir cantidades industriales de alcohol gratis?

    Dos meses de atolondramiento y sumisión, supongo, es lo que espera quien organiza y orquesta esto.

    A la mierda con el patrimonio intangible.
    No más San Pacho. Así no.

    viernes, 15 de septiembre de 2017

    Preguntando se llega

    El miedo más grande de una cooperante en terreno no son las cucarachas o las ratas.
    No es quedarse sin agua, o sin luz.

    El miedo más grande de una cooperante en terreno es tener una enfermedad o algún accidente.
    Aquí, a por lo menos un viaje de avión de cualquier hospital decente.

    Y yo, que tengo la suerte de haber entrado de lleno en el mundo de la cooperación (anoche jugaba un partido de fútbol con gente de FAO, Unicef, ACNUR, y otras grandes estrellas) pero no tanta como para que me hagan contrato fijo, me vine -incauta- con un dolor de muelas. ¿Qué tiene que ver el tipo de contrato con el dolor? Pues muy sencillo, que a los independientes no nos dan días por enfermedad, ni permisos para el médico, ni nada similar.

    Como alguien solía repetir: Los autónomos no nos ponemos enfermos.

    Pero sí, a veces sí nos ponemos y lo que toca es aguantar porque sigue el proyecto. Así que me he visto en Quibdó y pensando cuándo sacaba el momento para regresar a arreglar esto en Bogotá. Resulta que el dentista ha querido una radiografía antes de meter mano al asunto y, bueno, os podéis imaginar la odisea para encontrar un radiólogo dental.

    Más de dos horas entre las mismas 10 cuadras.
    Pero, como dice el dicho, preguntando se llega a Roma... O a cualquier otro sitio.

    Y así, hoy he confirmado que la mejor manera de encontrar algo es preguntando. Da igual si sabes de antemano la dirección. Seguramente no esté donde pone, ni donde te dijeron. Es muy probable que: "llegando allá, antes del Mercamés, enfrente", no te parezca en origen una información de gran utilidad. Vuelve a preguntar. Si con: "en el pasaje Colombia, entre un mercado y el otro, hay un Gana, el sitio es de cristal" no es suficiente, pregunta de nuevo. Y llegarás. 

    Sobre todo, la gente es amable. Por encima de toda la mala fama, de la cultura del miedo que desde fuera e incluso algunos desde dentro fomentan, la verdadera cara del Chocó es de personas dispuestas a ayudarte a cambio de nada.

    Como la señora que me guardó los refrigerios en su "tienda" -por llamar de alguna manera al chuzo de madera que regenta junto a la cancha- y no quiso aceptar los dos mil pesos que le ofrecía en concepto de arriendo.

    O el rapimotero que me vio cargando la compra en el aguacero y me acercó gratis hasta la casa.

    Gente buena, que lo sería más si se creyera más en ella. Si se fomentara su capacidad de creer en ellos mismos en lugar de lo contrario.

    La profecía auto-realizada, podemos inventar para bien o para mal.

    miércoles, 13 de septiembre de 2017

    Bienestar Familiar

    Mi primer sábado aquí tuve, para abrir boca, una de esas experiencias que te recuerdan de golpe donde estás.

    En frente de casa hay una chatarrería. El dueño es un señor barrigón de Ibagué, amante de los animales, que me ha ayudado en el par de ocasiones que me he visto sin agua.

    Ese sábado vi un par de niños de unos 8 o 9 años, que traían una carreta cargada de piezas metálicas oxidadas, hablando con él y otros de los empleados de brazos musculosos del taller. Miraba, entristecida, recordando que uno de los líderes de mi equipo había hablado sobre el trabajo infantil como una de las principales problemáticas a erradicar en la zona.

    Seguía observando fijamente, ante las miradas de desconfianza de los trabajadores por mi insistencia, ya que esos niños me resultaban familiares. Pero, no, no podían ser ellos... La escuela en la que había estado hace un año queda lejos de aquí y la casa de esos dos niños tampoco queda por esta zona. Aun así, seguí viendo la escena un rato, en la cual tres muchachitos negociaban con esos hombres sobre el precio de la chatarra.

    Al terminar de venderla y darse la vuelta para coger la carreta pude comprobar que, efectivamente, eran Yosmer y Deivid. Yosmer, ese pequeño del que os hablé por robarme el corazón con sus ganas de estudiar. Mi favorito entre los 480, a sabiendas de que no debería tener uno.

    Le llamé y me acerqué a hablar con ellos un rato. Me contaron que habían cambiado de casa y vivían ahora en un barrio cercano al mío. A pesar de ello, siguen caminando hasta la escuela; que está a más de 15 minutos en moto.

    Este sábado volví a encontrarme con Deivid, el hermano menos juicioso de los dos. Le ofrecí una galleta y esta vez aceptó. Se la comió, junto con dos vasos de agua, como si hiciera días del último bocado. Aprovechando cada miga. Le pregunté por su hermano y me contó que se lo había llevado "Bienestar Familiar". No me supo decir por qué.

    Así que ayer, aprovechando que debía acompañar a la líder de esa escuela durante su entreno, le conté la situación a quien fue mi compañera durante el voluntariado. Ella lleva un par de años trabajando en el barrio, e incluso me había comentado sobre las ganas que tenían ese par de niños en concreto de volver a verme. Llamó a la profesora de 4º B para averiguar cuál era la situación.

    Efectivamente, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) tiene en estos momentos la custodia de Yosmer tras haber sido detenido robando en un supermercado. Está en una casa de acogida. No sabemos en qué condiciones. La madre, que no ha ido jamás a recoger un solo boletín de notas al colegio, tampoco ha ido al ICBF a interesarse por el niño. Al parecer, a menos que un familiar se interese y comprometa a hacerse cargo de él, permanecerá bajo la custodia del estado y separado de Deivid y su otra hermana.

    En estas situaciones es muy difícil saber qué hacer. El corazón te pide lucharlo todo por el niño y dedicarle todos los recursos en tiempo y esfuerzo. Investigar, hablar con el ICBF mil veces, con la familia, intentar verle para saber si está bien... Y la razón te recuerda el mantra de la cooperación: No se puede salvar a todo el mundo. Cada recurso extra que dedicas a un "caso perdido" son menos recursos para aquellos que aun tienen posibilidades de salir adelante.

    En todo caso, lo vamos a intentar. El viernes vamos al ICBF a insistir para que nos dejen hablar con Yosmer. Ver en qué condiciones está, qué quiere hacer él y si es en su interés que intentemos que le devuelvan a su familia o no.

    sábado, 9 de septiembre de 2017

    Negro y Blanco

    Tengo un amigo, Keops -sí, se llama como el faraón egipcio- que lleva una tienda Afro aquí. Ha vivido mucho tiempo en Estados Unidos. Allí, estudió historia. Ahora, además de la tienda, lidera acciones comunitarias a favor del conocimiento de la historia Afro, el Pan-africanismo y la reparación de los daños a la población negra.

    Lleva gafas de pasta de gran aumento y tiene unas rastas que le llegan a la cintura. Es de Buenaventura, alto y fuerte. Bastante guapo. De unos cuarenta años. Su mujer y dos hijas viven en Estados Unidos.

    Es muy interesante hablar con él. Le gusta leer sobre el Nacional Socialismo y las ideas que han llevado a las creencias de supremacía blanca. Nuestras conversaciones me han llevado a pensar mucho sobre la dicotomía del negro y el blanco.

    A continuación, algunas reflexiones:


    En mi tiempo en Estados Unidos coexistían de forma prácticamente indistinguible. En esa universidad, posiblemente gracias en parte a los equipos deportivos, la mayoría de los grupos de amigos eran mixtos. Los dormitorios también. En cualquier fiesta podías encontrar blancos, negros, latinos y, en menor medida, las otras etnias que nuestra universidad se caracterizaba por tener.
    Las parejas mixtas eran comunes.

    Sobre todo, no se apreciaba una fuerte diferencia cultural entre unos y otros. Todos, hijos del capital. Desde la chica polaca o el muchacho ruso que trabajaban conmigo en la biblioteca, pasando por los asiáticos (indios, chinos) que generalmente hablaban entre sí por la dificultad del idioma, incluyendo a varias personas del medio oriente (Iraq, Azerbajan), europeos occidentales como yo, los estadounidenses (irlandeses, judíos, afro)... Todos en el gran 'melting pot'. Todos, adaptándonos a la 'american way of life'.

    Comenzaron los asesinatos de la policía a personas negras, arrestos injustificados, el tan necesario movimiento #Blacklivesmatter, los disturbios. Costaba creer que era el mismo país. Me dolía en el alma por mis amigos.

    En el fondo, en Estados Unidos yo nunca fui vista como "blanca" por el hecho de hablar español. Al decir: "I'm from Spain", la falta de conocimiento geográfico junto con la idea de que todo lo español implica latino, me cubría de un halo de solidaridad étnica por ser, también, latina para ellos. También hay más costumbre de permitir aliados blancos, como Bernie Sanders o JFK.

    Aquí, en cambio, no solo soy efectiva y claramente blanca. Soy el recuerdo del ejército colonizador. La España esclavizadora. Soy la presencia de la administración central que no confía en las capacidades locales para ejecutar y reportar adecuadamente sobre sus actividades (independientemente de si hay razón para esa desconfianza).

    Además, sí existe una diferencia cultural. Niego que sea entre el blanco y el negro. Seguramente sea más el producto de una diferencia educativa; de una vida rural y comunitaria en vez de urbana e individualista. De la violencia generalizada y sistémica que se ha vivido durante más de 50 años en muchas de estas comunidades. El color ha sido casualidad (o segregación).

    La otra cosa que se me ocurre, hablando con Keops en la puerta de su tienda mientras vemos llover, es la opresión, persecución y castigo tan fuerte que ha sufrido la etnia Afro solo por serlo. Desde hace cientos, sino miles de años. Hoy, siglo XXI, todavía se escuchan comentarios del tipo: "a esa ciudad había que echarle una bomba y empezar de cero, porque esos morenos no son más que vagos".

    lunes, 4 de septiembre de 2017

    Oficina de campo

    Ser administrativa de un proyecto en terreno tiene todos los horrores del trabajo intenso de oficina más las dificultades del trabajo de campo, sin ninguno de los beneficios de estar efectivamente en terreno.

    Es decir, en estos 20 días, he currado un promedio de 12 horas al día. Algunos sábados y domingos incluidos. La mayoría, pegada al ordenador y sin salir de casa más que para tomar un poco de aire o comprar alguna cosa. Pero además, me he quedado tres veces sin agua y he aprendido a poner los cubos para las goteras de casa como una experta. Tengo los dedos cuarteados de lavar la ropa y el suelo "a mano". La piel sucia de bañarme con agua llena de moho. En fin.

    Y he pasado, como máximo, unas 6 horas con los niños por los cuales supuestamente hago todo esto.

    Vaya, que encontrar la motivación a veces cuesta.

    Trabajar con un equipo adulto parece, desde fuera, más sencillo. Pero la realidad es que poco a poco voy descubriendo lo que era, en definitiva, inevitable. El equipo no ha parado a pensar ni un momento lo que me trae aquí. Cuál es mi objetivo para estar en este proyecto. Y me ven, desde el principio, como el enemigo. Una extranjera impuesta desde arriba que viene a decirles lo que tienen que hacer.

    No importa lo participativo que está siendo el proyecto. No lo ven. Cada "no" que sale de mi boca, independientemente del fundamento tras su razón, es motivo de antagonismo. Porque ya se ha creado una expectativa y una corriente de pensamiento hacia la idea de que soy "la otra".

    Mil veces me he planteado ya la cuestión de: "¿qué es el desarrollo?"

    Piden y piden educación, salud... Pero a la hora de la verdad, ellos mismos a sabiendas engañan y evaden el sistema para no pagar la seguridad social que cubre esos costes. Trabajan en negro pudiendo cotizar. Buscan beneficiarse y enriquecer a amigos o familiares con dinero del proyecto. Llega el partido de la Selección y bueno, para qué trabajar si puedes sentarte delante de la tele.

    Y se paraliza la ciudad. Dos meses de fiesta patronal.

    ¿Hay entonces, realmente, una intención? ¿Un deseo en migrar hacia el modelo de vida existente en el mundo post-industrial? O, por el contrario, se esperan los beneficios sin el esfuerzo. Bajo alguna creencia errónea de que es el sistema, y no el conjunto de personas que lo componen, quien provee esos servicios.

    Es triste encontrarse sintiendo con fuerza la creencia de todos esos prejuicios que has repudiado repetidas veces. Que no, no es pereza. Es abandono estatal. Que no, no es desgana o desinterés, es racismo institucionalizado.

    Pero ay, de cerca, qué de dudas... ¡Y cuánto se confunden los factores!

    ¿Qué fue primero? ¿¿El asistencialismo o la desidia??

    lunes, 21 de agosto de 2017

    Lo que no te cuentan sobre ser cooperante

    Hace una semana regresé a Quibdó.
    Dispuesta a vivir más Chocóaventuras.

    Esta vez, en condiciones muy diferentes. Una casa mejor, UN SUELDO, y yo (YO) coordinando el equipo del proyecto.
    La organización operadora, desde el primer momento, ganándose mi confianza -aunque ya me he escaldado más de una vez por ser de las que la da demasiado temprano. Un proyecto sostenible en el tiempo, orientado a reforzar e implantar capacidades locales, diseñando la ruta teniendo en cuenta varios diagnósticos participativos... Lo mejor que he visto en mi breve carrera dentro de la cooperación, vaya.

    Sin dudar, acepté el puesto. No pensé en compromisos previos, ni en dificultades del en el momento de hacerlo.
    Mi único lugar a duda fue el proyecto voluntario que dejaría atrás, Poliamor Bogotá. Y el miedo a que el impulso que había tomado cayese con mi marcha. Al escuchar de mi equipo que no sería así, que los talleres continuarían, esperé sentirme llena de alegría por tener por fin el puesto que llevaba un año esperando -entre tareas absurdas y voluntarias-.

    Pero no.

    Porque no te cuentan que, al igual que al regresar de una zona difícil existe una pequeña depresión por el contraste con el privilegio, esta sensación se da también a la inversa. En lugar de feliz, me pasé una semana entera casi sin poder salir de la cama pensando que debería enfrentarme de nuevo a la escasez de agua, los cortes de energía, la mala alimentación, las cucarachas y las ratas callejeras. A los niños desnutridos, a la desalfabetización, a la contaminación y a la indiferencia.

    Después se me pasó. Fue un periodo de ajuste. En el cual luchaba con la idea de deshacerme de todos los privilegios a los que me había acostumbrado. El más preciado: el privilegio de mirar hacia otro lado mientras sabes que en el mundo pasan esas cosas.

    En cuanto acepté que había estado en una burbuja de irrealidad respecto a mis deseos laborales, recuperé la alegría por mi logro. Y desde entonces solo he sentido felicidad y agradecimiento.

    Tampoco te cuentan que, sobre todas esas cosas difíciles de la vida en terreno, la más dura es la soledad. Llegas e intentas formar vínculos nuevos. Pero sabes que será a corto plazo, y ellos también. Seguramente, si es una zona de alta vulnerabilidad, las personas locales han visto miles de cooperantes llegar e irse. Así que junto con tu precaución por el apego estará la suya propia. Sin decir que las amistades sinceras no se forjan en dos días.

    Solo los niños y niñas te abrazarán incondicionalmente, pero tu marcha será una nueva traición que añadir a la lista de sus dolores.

    Aunque no lo parezca, estoy muy feliz de estar aquí. Esta ciudad esconde magia en sus rincones. Y este es, definitivamente y con todas sus habas, el trabajo que amo.

    Pero ay, cuanta pena se ahorraría si nos contaran honestamente cómo es el mundo.

    Solo que, tal vez y como me decían hoy, es vivirlo nosotros lo que nos hace felices.