domingo, 31 de julio de 2016

Domingos huyendo de la realidad

Alguien me dijo una vez que las personas que escribían, que ella, no tenían que proponerse hacerlo. Que expresarse por escrito era una necesidad que salía de dentro. Y había que dejarse llevar por esa necesidad o sino te devoraba por dentro.

Yo no tengo esa necesidad.

Muchas veces me he planteado escribir, creyendo que podría resultar algo interesante de ello. Pero necesito el incentivo de la presión externa para producir algo más allá de lo estrictamente necesario para vivir. No me bulle por dentro el ansia de contar mi historia, quizá porque hace tiempo descubrí que era tan distinta como la de cualquier otro. Amor y dolor es en lo que se resume toda la existencia humana; para qué dedicar tiempo a recordar o penar cuando se puede vivir, querer y seguir sufriendo.

Sin embargo, desde que llegué al Chocó, me veo desbordada por historias que merecen la pena ser contadas. No creo que yo sea la más indicada para hacerlo. Ojalá sus protagonistas algún día lleguen a escribir y leer, a valorar sus visiones por encima de las que les imponen y a contar por ellos mismos estas increíbles realidades que ponen en entredicho el paradigma entero de nuestras cómodas vidas.


Hoy, domingo, mi mente busca la huída de esta jungla física, psíquica y de emociones. Necesito descansar del bombardeo incesante de testimonios y visiones. Ya no están en el telediario, en los artículos, ni negro sobre blanco. Ahora los dolores del mundo los siento con solo mirar a mi alrededor, escuchando a gente con necesidad de ser oídos, de carne y hueso.

Veo una película de Hollywood para recuperar mi identidad.
Me cobijo en series, comida procesada y una buena conexión a internet.
Sigo siendo privilegiada.

No tengo casi voz, pero intentaré transmitir su susurro.