jueves, 22 de septiembre de 2016

Bajón

Como cabría esperar la excitación del primer momento, de la novedad, que me hacía afrontar todas las vicisitudes del contexto con paciencia y optimismo -porque era emocionante estar viendo algo nuevo cada día- se ha ido desvaneciendo.

Sigue ocurriendo algo completamente inesperado cada día, simplemente ya sé que algo fuera de lo ordinario pasará. Y sea lo que sea, por peculiar, ha perdido la capacidad de sorprenderme. O yo he perdido la habilidad de ver la magia en ello.

Los primeros días de esto fueron un bajón emocional considerable. Ahora ya lo he regulado más o menos para, sin volver a asombrarme como solía, al menos continuar apreciando cosas que sólo aquí se ven. Y poder seguir contándolas.
Esta entrada lleva de hecho unos cuantos días como borrador.

Pero también se ha producido un efecto magnificador de la realidad. O realismo.
Y empiezan a frustrarme cosas que antes pasaba por alto. Donde anteriormente veía solo una posibilidad de crecimiento y mejora, ahora empiezo a observar las trabas que la propia desgana de muchos pone al proceso de desarrollo. Sea lo que sea esta palabra.
Claro, que tal vez en ese desacuerdo resida la ineficacia de toda acción.

Un objetivo primordial para mí, como es un horario de clases regular y previsible, aquí para muchos es tan secundario como puede sonar una tapicería de cuero al que ahorra con esfuerzo para su primer coche. Primero es que ande, luego ya veremos el color y la forma en que lo hace.
Así es con todo. Las necesidades básicas ocupan el lugar y tiempo presente, desplazando del imaginario las preocupaciones futuras hasta no tener cubierto lo imprescindible por ahora. Como nunca ocurre, la planeación a futuro tampoco termina por llegar. Y así continua en bucle infinito.
No es una trampa, porque al contrario que en análisis de Sachs cuentan con colchones de ahorro permanentes de ayuda externa. Sabiendo esto, se recuestan en ellos en lugar de incrementar su capital. Asumiendo que esta ayuda siempre estará ahí.

Empiezo a ver la balanza equilibrada entre los logros y los fracasos. Aunque quiero darle mayor valor a los primeros. Deseo pensar que el mínimo cambio positivo y la más pequeña semilla de bienestar plantada en la vida de una sola persona es suficiente para dar sentido a todo.
Por supuesto que lo aprendido es más que de sobra.
Pero desespera ver un contexto que podría dar tanto perderse en sí mismo cuando se le tiende la mano.


martes, 20 de septiembre de 2016

Pandillas

Lamentablemente, la amenaza más grande a la vida de estos muchachos no es el hambre, la insalubridad debido a ausencia de agua potable o la falta de acceso a servicios médicos. Todas estas faltas demuestran ineficiencias del sistema por igual, en las que indirectamente se encuentra la mano de un hombre avaricioso o tal vez un engranaje que permite que ese señor opere con impunidad.

En todo caso, el riesgo más grande que afrontan a diario es la violencia sistemática y generalizada por parte de bandas criminales. Conformadas en su mayoría por chavales no mucho más mayores que ellos mismos.

Entre los chicos que acuden a diario a la Fundación se encuentran Óscar y Alfred. Muchachos ya de 'colegio' (es decir, han superado 5° de primaria y pasado a la institución educativa que continúa hasta 11°; el último grado escolar obligatorio en Colombia). Tienen 14 años y los dos tienen novia. Alfred conoció a la suya en un baile. Actividad, me cuentan, donde gente de su edad se junta a oír música en alguna casa. Óscar conoce a la suya de clase, lo cual no deja de ser sorprendente ya que a la pregunta de: "¿Por qué no estás en clase?" Suele responder: "Ya fui el lunes".

Hoy me han contado que unos chicos más mayores han venido a buscar pelea. Eso ha hecho que su semana fuera -entre bien, muy bien, super bien y regular- "regular".

Ganarme la confianza de estos muchachos no ha sido tarea fácil. Irme ahora que la tengo me llena de dilemas éticos.

Óscar y Alfred son los primeros en ofrecerse cuando hay alguna labor física que realizar en la Fundación, como mover material de un sitio a otro.

Desde que conocí a Alfred supe que andaba metido en líos con alguna banda, o lo veía en su contexto más que otros niños. Por su forma de hablar y actuar. Desde el primer momento he querido hacer algo por él, sabiendo que debía acercarme con pies de plomo o arriesgarme a espantarlo. Es, sin duda, el caso más claro de crisis que he encontrado hasta ahora. En un acto disciplinario sobre el uso del balón dentro del recinto me confesó que quería morirse. Lo dijo y lo repitió. Pero la obligación de hacerse el duro y el fuerte ante sus amigos ha impedido que venga a buscar el apoyo que le ofrezco una y otra vez.

El otro día tuve la oportunidad de oír a una profesora de preescolar, Marlenis, hablar con Alfred sobre el tema de las pandillas. De forma implícita pero muy clara le advirtió sobre los peligros de andar con quien no debía, le dio una herramienta para salir de esos grupos y le expresó de corazón su preocupación al ver que uno de los niños que había pasado por sus manos estaba poniéndose en riesgo. Cuando Alfred se marchó, Marlenis me contó que sabía que estaba "metiendo vicio". Que el hermano mayor estaba muy involucrado en todos esos problemas. Me narró como llegaba a clase de chiquito marcado por la correa y hasta la hebilla del papá...

Hoy, la señora que hace el aseo en la Fundación le pide a su hijo que deje de andar metido en esos planes. Él, mayor que Óscar y Alfred, nos ayuda también cuando puede. Contesta e insiste que "qué sabe ella de los planes en los que él está".

Aquí, si un muchacho se tiñe la parte superior del pelo de rojo, la gente del barrio asume que está en una banda. Alfred y Yeison, el hijo de la seño, se han cortado estos días lo que tenían teñido.
Ojalá signifique que hemos logrado entre todos algo bueno con ellos.

domingo, 18 de septiembre de 2016

San Pachito

Las fiestas patronales de San Pacho son jornadas llenas de música y color.

Entre las actividades de celebración se encuentra San Pachito, un día en que los niños de preescolar de todas las escuelas visten disfraces para realizar un 'bunde' -marcha acompañada de instrumentos y baile alrededor de la ciudad-. Similar al que los adultos de cada barrio hacen durante las semanas siguientes.

El viernes tuve la inmensa dicha de acompañar a los niños y niñas de la Fundación durante ese evento. Con un sol de justicia, la cámara y feliz por estar viviendo esta maravilla.

No todos los niños estaban igual de felices. Como es de esperar, entre el calor, el caminar, y el agobio del disfraz algunos tenían cara de aburridos desde antes de empezar. Lo cual no le quitó encanto a la fiesta, un verdadero espectáculo en formas de parentalidad. Muchos niños se ganaron refrescos, dulces y juguetes nuevos ese día como método de chantaje para lograr el comportamiento deseado durante el desfile.
Otros tantos disfrutaron verídicamente del ambiente de celebración y bailaron a sus anchas todo el camino.













sábado, 10 de septiembre de 2016

CAOS

Si algo define este lugar, es el caos.
Una vorágine incomprensible que te empuja en miles de direcciones a la vez y te obliga a aprender a dejarte llevar por la corriente. Aquí, o descubres los misterios del libre fluir, o te hundes irremediablemente bajo el peso inflexible de tus propios constructos mentales.

Aquí aprendes a no tener expectativas, ni siquiera sobre las cosas más fundamentales -o que lo son para ti-. Y a disfrutar agradeciendo exclusivamente lo presente.

Ayer la electricidad se fue alrededor de las 11 de la noche y no ha vuelto hasta esta mañana a las 7. Aclaro que sin electricidad, además de sin nevera, aquí tampoco hay agua (por el tema de funcionar con una motobomba). Pero ya ha vuelto, respiro tranquila.

Con la incertidumbre de si habrá o no clase, voy a la escuela. Emiliano, mi rapimotero, me gasta una broma diciendo que habló con el coordinador y no hay clase. En mi despiste me la trago entera, sin caer en cuenta que Emiliano no ha tenido ocasión para ver al coordinador. Él se ríe de mí, entretenido por haber logrado gastar su broma. Yo me río de mi misma y me sonrío, agradecida de poder contar con alguien de tanta confianza para el transporte.

Al llegar a la escuela noto algo extraño. Sé que tenemos electricidad porque se escucha alguien hablando por un micrófono en la cancha y hay gente congregada. La nueva becaria de la Fundación está irritada porque nadie le ha avisado del cambio de planes, le explico que aquí debe estar preparada para que cada día sucedan cosas imprevistas. Hoy, una reunión de padres de familia sobre la que nadie nos ha informado. Pinta como que las actividades programadas van a ser difíciles de ejecutar...

La reunión acaba alrededor de las 9. Pero los profesores aprovechan la excusa y ya, total, para una hora y media hasta el descanso dejan a los niños jugar. Y bueno, viendo que por la mañana no ha habido clase, para qué dar clase por la tarde. Finalmente los niños salen a las 11:30 (1 hora antes del horario oficial, media hora antes de lo que suelen salir). Sin haber tenido ni 5 minutos de clase. Todo, por una reunión de 1 hora. Y por unos profesores vagos.
Los mismos que, obviamente, no hacen absolutamente nada por mantener algún tipo de orden durante todo el día de descanso en la cancha. Con lo cual los niños saltan, corren y bailan a su libre albedrío.

Estos mismos maestros son los que, primero con la excusa de no estar debidamente informados de la programación y luego sin motivo -porque se les avisa hasta por escrito de los horarios-, aprovechan cualquier actividad de la Fundación para sentarse a conversar a la sombra en la cancha. En lugar de dar clase, en lugar de estar presentes durante la actividad o colaborar con nosotros para mantener el orden de sus alumnos durante el taller.
Incluso sin programación por nuestra parte, si hace demasiado calor, alguno saca la silla del aula mientras los niños colorean o completan los ejercicios -o no hacen absolutamente nada-. Y se pone a hablar con la vecina del aula contigua. Resultando en dos cursos con profesores ausentes, unos 60 niños sin educación.

Tras la reunión de padres, para pretender que hacían algo y mantener a los niños y niñas entretenidos, pusieron música a todo volumen. Este fue el resultado de la fiesta.













miércoles, 7 de septiembre de 2016

Las ganas

La característica que más me anima a seguir adelante con mi trabajo cada día es, sin duda, las ganas que tienen algunos niños de aprender. La intención y firme motivación con la cual se esfuerzan para salir adelante.

Ya os hablé del caso de Yusi quien, pese a todas las dificultades, lo único que desea es aprender a leer. También he contado como un simple acto de dedicación hacia un niño en particular puede hacer maravillas por mejorar su actitud, pues lo único que quiere es ser enseñado de la forma y al ritmo en el que puede aprender. Felipe ha cambiado su comportamiento completamente conmigo. Es uno de los niños que más me busca durante el descanso y en la Fundación, y hemos realizado alguna que otra sesión individual de refuerzo lector. Yusi me pregunta a diario si ese día tendrá clase conmigo.

Pero hoy quiero escribir sobre mi favorito -ya sé que no debería tenerlos, pero algunos niños acaban por deslumbrar de tanto que brillan-.

Yosmer tiene 9 años. 

Está en el salón de tercero al que tuve que dar clases de suplencia durante tres semanas.
Durante la segunda semana, cuando el nivel de indisciplina era tal que el coordinador de la Fundación y el de la escuela tomaron la decisión de mandar a su casa aquellos alumnos peor comportados, él fue uno de los seleccionados para no volver hasta el regreso de la profesora. Junto con su hermano Deivid, de 8 años. 
La decisión estaba fundada en haber identificado a los causantes principales de las peleas y la bulla durante la clase.
A la salida, Yosmer llevaba más de 20 minutos llorando desconsolado mirando hacia dentro del salón de clase por la reja de una ventana. Decidí quedarme a hablar con él. Su hermano Deivid también lloraba, pero se notaba que era por contagio más que por sentimiento:
- ¿Por qué lloras?
- ...
- Lloras de pena, rabia, frustración, enojo, culpa... ¿Qué estás sintiendo?
- ...
- ¿Estás llorando de rabia porque te han castigado o de pena porque no puedes ir a la escuela más?
- De pena porque no puedo ir más a estudiar - balbuceó entre mocos y lágrimas.
- ¿Por qué te da pena no poder ir a estudiar?
- Porque yo quiero poder estudiar para ser un hombre de provecho.
Ahí se me deshizo toda la dureza, el enfado de llevar días bregando con estos muchachos tan revoltosos y las ganas de sacarlos como fuera de la escuela para no tener que aguantar más el desorden, ni seguir desgastando la voz. Le solté una charla sobre el privilegio de la educación, para que entendiera que si se sentía así de mal era porque notaba cómo le quitaban algo importante. Y que si le importaba, entonces debía apreciarlo más mientras lo tenía y había gente dedicada a aportarle esa educación; en lugar de estar armando jaleo. Le prometí contar su caso al coordinador para ver si podía regresar al salón, siendo que tenía tantas ganas.
La respuesta de mi coordinador en ese momento fue que "no hay que creerles" -tiene que haber gente perdida en todas partes-. Pero tuvo que ceder y dejarles a todos entrar a clase igualmente cuando los niños seguían llegando a la escuela a pesar de decirles repetidamente que se les había sacado del salón hasta nuevo aviso por mal comportamiento. El problema entonces fue que dejó de verse contenido útil en el aula, por falta de orden y disciplina suficiente. Yo, por mi parte, abandoné esa tarea de suplencia para realizar otras más satisfactorias.

Una tarde llegó Yosmer a la Fundación, con su cuaderno en la mano, a pedirme que le pusiera la tarea. Le expliqué, tranquilamente, que el profe suplente era el coordinador y no yo. La responsabilidad de ponerles tarea era suya. Pregunté igualmente qué habían visto ese día en clase, por tener una idea de qué suscitaba las ganas del muchacho. Efectivamente, llevaban varios días entre tablets, juegos insulsos, películas y desorden general que impedía cualquier actividad educativa. Me decidí a inventar alguna tarea de matemáticas, y cuando terminé de escribir fracciones en el cuaderno -dos páginas de ejercicios- me dijo:
- ¿Y de español no?
Así que tuve que ponerle tarea de español también.

Desde entonces, Yosmer ha venido a diario a por su tarea. La profesora del salón se ha recuperado y ha regresado a dar clases. El primer día le dije que era responsabilidad de la profesora poner la tarea a todos los niños. Después, hablamos sobre el manejo de su tiempo libre fuera de la escuela y acordamos que le podría tarea siempre que no tuviera demasiada de la clase normal (Yosmer es muy insistente). El fin de semana le puse bastante tarea, pero incluí verbalmente la de 'divertirse', y me aseguré de corregirla el lunes. Lo hizo viendo la película de Thor, comiendo palomitas y saliendo a volar cometa. 

Yosmer quiere ser abogado, como su tío. Y cuando le hago sonreír se parte de risa, porque está siempre muy serio. Le encanta leer. Camina más de 20 minutos hasta la escuela, por calles con bastante tráfico. Su hermano Deivid no es tan juicioso como él, así que debe ser responsable por ambos en ocasiones y andar pendiente de que el menor ("el es más grande pero yo soy mayor") no se meta en líos.



lunes, 5 de septiembre de 2016

Rostros de esperanza

Aunque no puedo poner sus nombres, quiero compartir algunas de las caras que me llenan de ganas cada mañana. 
Que podáis ver lo que yo veo. 
Una infancia de espíritu fuerte y alegre, con sueños que ni el entorno más hostil logra arrebatar.