lunes, 29 de agosto de 2016

MACROmachismos

Hoy la escuela y las actividades han vuelto a la normalidad.
Es decir, a su relativo caos de niños que van a clase en un horario aproximado de 7:30 a 12 -si quieren-, y acuden a actividades extraescolares -si quieren. En el cual yo he tenido que prescindir de realizar mi taller de la tarde (e improvisar algo distinto) porque me han ocupado, sin previo aviso, la sala para una actividad no programada.
Un caos relativo, por ser menos caótico que el paro. O, por lo menos, más manejable para mí; que ya me he acostumbrado a él.

Dentro de la ausencia completa de tutelaje en la que me encuentro para planificar los talleres, a veces me encuentro -como supongo que es normal- sin ideas para las actividades.
Para que entendáis, además de las sesiones de terapia individual, estoy haciendo "oficialmente" dos cosas más:
- Un Taller de Empoderamiento de Derechos (por las tardes)
- Y un Taller de Inteligencia Emocional (con los niños de 4º y 5º)

Digo oficialmente, porque luego mucho tiempo se va en falta de organización. Y también siento que gran parte de mi trabajo aquí está en los consejos que doy a los niños cuando hablo con ellos fuera de estos espacios. En la resolución de conflictos que surgen constantemente. Y ya, en ocasiones, ellos mismos vienen a buscarme para comentar cosas que les preocupan. En esas charlas que no son motivadas por mí, sino que salen de ellos mismos, y en su búsqueda de respuestas están las oportunidades más grandes de mejora. Pero me voy del tema...

El caso es que improvisando actividades ayer y hoy con niñas que me habían caído encima sin yo tener planeado trabajar con ellas, se me ocurrió expandir el tema del empoderamiento (estirando el derecho a la igualdad) hacia la equidad de género. Así que llevo dos días charlando con ellas y mostrándoles videos sobre la igualdad entre niños y niñas en derechos, capacidades y potencialidades.


Mi interés surge, como todo lo que intento hacer, de una mirada a mi alrededor. Y es que durante el famoso paro, me sucedió lo siguiente:

Los vecinos que tengo enfrente son una fundación que colabora con mujeres víctimas de violencia intrafamiliar a generar proyectos productivos. Yo he colaborado a ratos con ellos en la creación de encuestas y revisando documentación. Durante el paro famoso, me invitan los fundadores a pasar para charlar sobre la presentación a convocatoria de un proyecto con el cual quieren que colabore. Al terminar de leer los términos de referencia, lo comentamos y llegan más colaboradores de la fundación -todos hombres-. Empezamos a conversar sobre el paro y uno de ellos me pregunta:
- Usted tiene cocina en la casa, ¿no es cierto? Entonces ahora durante el paro nos va a colaborar, ¿verdad?
- Pues... Sí, yo tengo cocina, pueden cocinar lo que necesiten - Respondo.
- No, pero me refiero que si usted nos cocina ahí algo.
Entendiendo que la situación alimenticia está ya complicada pues el paro llevaba varios días ya, a la vez que perpleja por las formas, respondo: 
- Pues, yo no sé hacer más que un huevo y...
- Y agua templá! Se le recibe el huevo, hágale, unos huevitos perico así pa los cuatro que estamos.
- Mire, yo le presto la cocina y ahí están los huevos.
Tras un rato de insistencia, cuando incluso le acerco la llave para dársela:
- ¡Cómo no va a saber cocinar, qué tal que la secuestren, le vamos a pagar un curso del SENA!
- Pues si me secuestran que cocine el hombre que me secuestró - Digo, ya claramente indignada pero sin querer demostrarlo para no buscarme problemas en casa ajena.
Finalmente me marché, y obviamente no se comieron los huevos ni entraron a la cocina.

El viernes, el mismo señor con el que más he tratado -que parece el que organiza la fundación-, al decirle que salía a almorzar se autoinvitó ("acá la espero, descanse y vamos"). No invitan, imponen. No ofrecen, ordenan. Cuando, sin remilgos y harta le dije simplemente que no, que iba sola e iba a trabajar, se atrevió a decirme que le quedaba debiendo nosequé.  

Este es un caso extremo. De hipermachismo. Claro y tenaz. A este señor, cuando no necesite morderme la lengua por si algún día me quedo sin agua y tengo que llamar a su puerta a pedírsela, le voy a cantar las cuarenta. Que se prepare el 30 de septiembre.

Pero luego hay otros. Si yo os contara la lista de pretendientes que me he echado FLIPÁIS. Y estoy aburrida. De la heteronormatividad. De que los tíos que me cruzo por la calle asuman que por ser mujer me tienen que gustar los hombres, los piropos, los halagos, las cosas bonitas y el chocolate. Bueno, el chocolate podéis asumirlo y regalarme mucho mucho. Pero no esperéis nada a cambio.
Qué pereza.

Lo más triste es que le preguntas a unas niñas de 10 años que, si el papá y la mamá trabajan todo el día, ¿quién tiene que cuidar a los niños y limpiar la casa?, responden convencidas: "¡La mamá!"


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