No es quedarse sin agua, o sin luz.
El miedo más grande de una cooperante en terreno es tener una enfermedad o algún accidente.
Aquí, a por lo menos un viaje de avión de cualquier hospital decente.
Y yo, que tengo la suerte de haber entrado de lleno en el mundo de la cooperación (anoche jugaba un partido de fútbol con gente de FAO, Unicef, ACNUR, y otras grandes estrellas) pero no tanta como para que me hagan contrato fijo, me vine -incauta- con un dolor de muelas. ¿Qué tiene que ver el tipo de contrato con el dolor? Pues muy sencillo, que a los independientes no nos dan días por enfermedad, ni permisos para el médico, ni nada similar.
Como alguien solía repetir: Los autónomos no nos ponemos enfermos.
Pero sí, a veces sí nos ponemos y lo que toca es aguantar porque sigue el proyecto. Así que me he visto en Quibdó y pensando cuándo sacaba el momento para regresar a arreglar esto en Bogotá. Resulta que el dentista ha querido una radiografía antes de meter mano al asunto y, bueno, os podéis imaginar la odisea para encontrar un radiólogo dental.
Más de dos horas entre las mismas 10 cuadras.
Pero, como dice el dicho, preguntando se llega a Roma... O a cualquier otro sitio.
Y así, hoy he confirmado que la mejor manera de encontrar algo es preguntando. Da igual si sabes de antemano la dirección. Seguramente no esté donde pone, ni donde te dijeron. Es muy probable que: "llegando allá, antes del Mercamés, enfrente", no te parezca en origen una información de gran utilidad. Vuelve a preguntar. Si con: "en el pasaje Colombia, entre un mercado y el otro, hay un Gana, el sitio es de cristal" no es suficiente, pregunta de nuevo. Y llegarás.
Sobre todo, la gente es amable. Por encima de toda la mala fama, de la cultura del miedo que desde fuera e incluso algunos desde dentro fomentan, la verdadera cara del Chocó es de personas dispuestas a ayudarte a cambio de nada.
Como la señora que me guardó los refrigerios en su "tienda" -por llamar de alguna manera al chuzo de madera que regenta junto a la cancha- y no quiso aceptar los dos mil pesos que le ofrecía en concepto de arriendo.
O el rapimotero que me vio cargando la compra en el aguacero y me acercó gratis hasta la casa.
Gente buena, que lo sería más si se creyera más en ella. Si se fomentara su capacidad de creer en ellos mismos en lugar de lo contrario.
La profecía auto-realizada, podemos inventar para bien o para mal.