Pero también me despido de las sinceras sonrisas y abrazos de cientos de niños y niñas. Del profundo y mutuo aprecio de algunos de ellos en especial. De la mejor piña del mundo. Tengo que decir adiós a las gentes más amables que he conocido nunca, a muchos nuevos amigos y una ciudad donde todos son una gran familia.
Marcho agradecida por todo lo que he tenido oportunidad de vivir y aprender. Con una emoción agridulce, entre ganas de descansar en un entorno más tranquilo y la sensación de que aquí aún me queda mucho que podría hacer. Espero volver.
No te podría haber pedido una mejor despedida, Quibdó. Gran final de fiestas de San Pacho; el día de mi barrio, la Yesquita. Bailando empapada de lluvia con Goyo y un montón de gente más en la casa de Tostado, de Choquibtown.
Sólo pido una cosa, que pare la violencia en tus calles. Para que pueda brillar la magia de tu gente con todo su esplendor.