domingo, 2 de octubre de 2016

Fin.

Hoy me despido de Quibdó. De los mosquitos y las cucarachas. De sus cientos de ratas correteando al amparo de la noche por la calle del mercado. De la incertidumbre sobre si habrá luz y agua permanente. Me despido de la frustración de no lograr implementar las actividades por falta de buena organización. Digo adiós a los sucios charcos gigantes que se forman en sus calles cada día al llover.

Pero también me despido de las sinceras sonrisas y abrazos de cientos de niños y niñas. Del profundo y mutuo aprecio de algunos de ellos en especial. De la mejor piña del mundo. Tengo que decir adiós a las gentes más amables que he conocido nunca, a muchos nuevos amigos y una ciudad donde todos son una gran familia.

Marcho agradecida por todo lo que he tenido oportunidad de vivir y aprender. Con una emoción agridulce, entre ganas de descansar en un entorno más tranquilo y la sensación de que aquí aún me queda mucho que podría hacer. Espero volver.

No te podría haber pedido una mejor despedida, Quibdó. Gran final de fiestas de San Pacho; el día de mi barrio, la Yesquita. Bailando empapada de lluvia con Goyo y un montón de gente más en la casa de Tostado, de Choquibtown.

Sólo pido una cosa, que pare la violencia en tus calles. Para que pueda brillar la magia de tu gente con todo su esplendor.