Como es de esperar, con perfiles tan diversos, ahí no aprende nadie.
Durante ese primer día en la Fundación captó mi atención Yusi, una niña a la cual la profesora del aula llamaba sin reparo "la india"; que no sabe leer.
Mi primera propuesta para ocupar el horario de mañana fue, entonces, dar clases de alfabetización a Yusi. Quien, claramente, de otra forma no iba a avanzar en su aprendizaje en un entorno similar.
Puesto que pasé las tres primeras semanas realizando la suplencia de una profesora enferma en otro salón -tarea que, por otra parte, no me correspondía en absoluto-, tuve que retrasar el comienzo de mi trabajo con Yusi hasta hace solo un par de semanas antes del paro. Fue entonces cuando me dejaron compaginar las sesiones individuales con sus clases individuales.
Hasta ahora hemos tenido unas 4 sesiones, en las que el tema principal ha sido aprender el abecedario. Yo no soy logopeda, pero comparando con otros niños se aprecia claramente que Yusi tiene algún tipo de dificultad de aprendizaje. Le cuesta repetir los sonidos de las letras incluso justo después de haberlos oído. Pero tiene la mejor intención, y realiza un esfuerzo constante sin dejar nunca de sonreír mientras trabajamos. Pone todo su interés en aprender y no se molesta cuando le pido que repita por novena vez lo mismo.
Motivada por sus ganas, he querido buscar un método que le ayude a superar el reto del alfabeto. Resulta que se utiliza, precisamente con niños con dificultades de aprendizaje (o eso dice internet), un enfoque multisensorial para que aprendan tocando -además de viendo y oyendo-. Así que hoy hemos hecho las letras con plastilina.
No sé si ha sido eso, o el hecho de llevar varias sesiones a solas, el caso es que Yusi ha arrancado a hablar y me ha contado su historia. El esfuerzo que he tenido que hacer por no llorar o indignarme, por darle fuerzas y animarla, espero que podáis imaginarlo un poco leyendo lo siguiente:
Ella es de un pueblito, donde sigue estando su madre. Su padre murió porque "le hicieron una brujería". Y su padrastro, "no le sirve de nada" a su mamá. Toma demasiado y a veces la pega. Ella dice muy razonablemente que, sin ser su papá y tratando así de mal a su mamá, le decía que no era quien para hablarle mal. Tiene 6 hermanos y hermanas, más una "de crianza" que su mamá cuidó cuando se quedó sin padres. Como no sabe contar bien, me ha dicho los nombres mientras yo los contaba. Tiene alrededor de 12 años. Digo yo, porque no sabe cuántos años tiene y no ha podido decirme una aproximación.
Ella ahora vive con una señora. Su concepción del tiempo es difusa, por tanto no he podido establecer desde cuando; creo que más o menos desde que empezó el año escolar. Antes vivía en Itsmina con otra señora.
Aquí viene lo serio.
Yusi cocina, friega los platos, el suelo, arregla las camas y hace cualquier otra tarea de la casa que a la señora se le antoje pedirle. A CAMBIO DE IR A LA ESCUELA. Una escuela pública. Yusi, de nuevo con un fascinante don de observación y reflexión, se queja de que ni siquiera le ha comprado el uniforme.
Y cierto es. La ropa de los niños de esta escuela es llamativa al ojo occidental por su extremo desgaste. No hay calcetín sin agujero, suela de zapato sin despegar, camisa con todos sus botones completos, falda o pantalón que no necesite remiendo. Pero el caso de Yusi es particular. Lleva la misma camisa dos tallas más pequeña y con un roto bajo la axila a diario -seguramente la tendrá que lavar cada tarde-, y no tiene falda. Utiliza unas bermudas vaqueras (shorts de jean). Logra disimular porque lleva las medias blancas. Y porque otras niñas se saltan en ocasiones el código de vestimenta para ir en ropa de calle.
Se nota que necesita desahogarse. Una vez que empieza a hablar, parece una muchacha adulta desquitándose tras un duro día. Me dice que lo que más le molestó fue un comentario de la señora el otro día, cuando ésta le dijo: "Usted es una sirvienta, haga lo que se le manda".
Explica que la señora con la que vive también tuvo que ser sirvienta de niña, y se lo recuerda constantemente para demandar tareas de ella. Me cuenta que viven con el hijo, a quien también debe atender; que está embarazada.
Quiero conocer las razones que llevaron a Yusi a alejarse de su madre. Me narra cómo en el pueblo la gente era muy "corrinchera" (que crea problemas, o eso entendí). Tuvo un percance con alguien de allí, quien alegaba un mal comportamiento suyo. La madre, para no enemistarse con nadie, prefirió mandarla a la ciudad. La señora con la que ahora vive le dijo a su madre que necesitaba una niña para hacerle tareas en la casa, y ella aceptó. Su madre solo cuida ahora de uno de sus hermanos. Los demás, quién sabe dónde los tendrá.
Hace ya un tiempo que no habla con su madre (más o menos dos semanas, hemos precisado). No tiene teléfono, y es posible que haya perdido el de la señora -me comenta la niña-. Es despreocupada con sus hijos. Manifiesta, aun así, echarla de menos.
Yusi, con otra aún más impactante muestra de madurez y fortaleza, responde cuando le pregunto sobre el acuerdo que ella acepta su condición mientras pueda aprender. Aunque no le parece que la señora esté cumpliendo totalmente el trato por el uniforme. Dice que a su hijo le ayuda en las tareas pero a ella no. Tiene algo de tiempo libre a veces para ir a visitar a la hermanita, quien vive cerca. Pero si sale la regañan o la llaman para que atienda alguna tarea.
Yusi quiere ser enfermera. Quiere ir con su hermana mayor, la de crianza, que está viviendo en Bogotá.
Le he dicho que es valiente, fuerte y maravillosa.
Que va a lograr lo que se proponga.
Pero me he quedado con unas ganas de agarrar a su madre y a la tal señora por los pelos... Creo que me entendéis.