Mi primer sábado aquí tuve, para abrir boca, una de esas experiencias que te recuerdan de golpe donde estás.
En frente de casa hay una chatarrería. El dueño es un señor barrigón de Ibagué, amante de los animales, que me ha ayudado en el par de ocasiones que me he visto sin agua.
Ese sábado vi un par de niños de unos 8 o 9 años, que traían una carreta cargada de piezas metálicas oxidadas, hablando con él y otros de los empleados de brazos musculosos del taller. Miraba, entristecida, recordando que uno de los líderes de mi equipo había hablado sobre el trabajo infantil como una de las principales problemáticas a erradicar en la zona.
Seguía observando fijamente, ante las miradas de desconfianza de los trabajadores por mi insistencia, ya que esos niños me resultaban familiares. Pero, no, no podían ser ellos... La escuela en la que había estado hace un año queda lejos de aquí y la casa de esos dos niños tampoco queda por esta zona. Aun así, seguí viendo la escena un rato, en la cual tres muchachitos negociaban con esos hombres sobre el precio de la chatarra.
Al terminar de venderla y darse la vuelta para coger la carreta pude comprobar que, efectivamente, eran Yosmer y Deivid. Yosmer, ese pequeño del que os hablé por robarme el corazón con sus ganas de estudiar. Mi favorito entre los 480, a sabiendas de que no debería tener uno.
Le llamé y me acerqué a hablar con ellos un rato. Me contaron que habían cambiado de casa y vivían ahora en un barrio cercano al mío. A pesar de ello, siguen caminando hasta la escuela; que está a más de 15 minutos en moto.
Este sábado volví a encontrarme con Deivid, el hermano menos juicioso de los dos. Le ofrecí una galleta y esta vez aceptó. Se la comió, junto con dos vasos de agua, como si hiciera días del último bocado. Aprovechando cada miga. Le pregunté por su hermano y me contó que se lo había llevado "Bienestar Familiar". No me supo decir por qué.
Así que ayer, aprovechando que debía acompañar a la líder de esa escuela durante su entreno, le conté la situación a quien fue mi compañera durante el voluntariado. Ella lleva un par de años trabajando en el barrio, e incluso me había comentado sobre las ganas que tenían ese par de niños en concreto de volver a verme. Llamó a la profesora de 4º B para averiguar cuál era la situación.
Efectivamente, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) tiene en estos momentos la custodia de Yosmer tras haber sido detenido robando en un supermercado. Está en una casa de acogida. No sabemos en qué condiciones. La madre, que no ha ido jamás a recoger un solo boletín de notas al colegio, tampoco ha ido al ICBF a interesarse por el niño. Al parecer, a menos que un familiar se interese y comprometa a hacerse cargo de él, permanecerá bajo la custodia del estado y separado de Deivid y su otra hermana.
En estas situaciones es muy difícil saber qué hacer. El corazón te pide lucharlo todo por el niño y dedicarle todos los recursos en tiempo y esfuerzo. Investigar, hablar con el ICBF mil veces, con la familia, intentar verle para saber si está bien... Y la razón te recuerda el mantra de la cooperación: No se puede salvar a todo el mundo. Cada recurso extra que dedicas a un "caso perdido" son menos recursos para aquellos que aun tienen posibilidades de salir adelante.
En todo caso, lo vamos a intentar. El viernes vamos al ICBF a insistir para que nos dejen hablar con Yosmer. Ver en qué condiciones está, qué quiere hacer él y si es en su interés que intentemos que le devuelvan a su familia o no.
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