viernes, 6 de octubre de 2017

Puedes llevar un caballo al agua...

En inglés hay un refrán que dice: Puedes llevar un caballo al agua, pero no puedes hacerle beber.

Está semana he pensado mucho en esa frase mientras me peleaba (mental y externamente) con las contradicciones de ver cómo hay gente que "necesita ayuda", pero no pone de su parte para recibirla.

Las acciones para el desarrollo parten de varias premisas muy cuestionables, veamos:


  • Que hay una forma de vida mejor que cualquier otra para el ser humano, y ésta es la que siguen las personas en el "mundo occidental". 
  • Que esa forma de vida es la única manera de garantizar los derechos fundamentales de las personas.
  • Que los derechos fundamentales (civiles/políticos y económicos/sociales) son incuestionables, y es obligación de todos defender y velar por su cumplimiento. Es decir, que Naciones Unidas y cualquier organización internacional con fines de "desarrollo" tienen potestad sobre estos derechos -en lugar de pertenecer a los individuos y la soberanía del país, como ocurre con la jurisdicción legal de la mayoría de otros asuntos- su protección.
  • Que todas las personas desean migrar su estilo de vida hacia esa forma de existir.


    Así, vemos como "derecho a la educación" se traduce en "derecho a una educación occidental, secular, en escuelas como las nuestras"; cuando perfectamente podría ser un derecho a la educación vernácula. O "derecho a la salud" se traduce en "derecho a una medicina alópata y occidental, en hospitales como los nuestros", cuando podría ser un derecho a la medicina ayurveda o cualquier otra similar [aunque aclaro que no estoy a favor de ninguna otra medicina que no sea alopatía salvo como tratamiento complementario, si acaso].

    Además, el "desarrollo" ha pasado por distintas fases en la historia intentando lavar su aspecto caritativo y asistencialista:
    1. Dar el pescado. Cuando comenzó todo esto, con Reagan y Thatcher después de la II Guerra Mundial, la idea era dar a los pobres que no tenían el maravillo mundo de ganadores post-industrial que se habían quedado los aliados. Apaciguar mediante limosnas a los que no habían probado ni las sobras del botín. Y un poco de azúcar sobre la terrible medicina de los Planes de Ajuste Estructural que se propusieron a escala global.
    2. Enseñar a pescar.
    3. Enseñar a pesar sin agotar la reserva de pescado del río. Sostenibilidad.
    4. Que el pescador tenga un salario digno, unas horas justas, seguro de riesgos laborales y no pesque animales en riesgo de extinción pero siga alimentando a su familia y cubriendo la demanda del mercado.
    Bueno, pues aun no hemos llegado al punto 2. en muchos de los proyectos de desarrollo. Todavía se entregan bolsas de comida, subsidios a mujeres por quedarse embarazadas, vivienda social... Sin pedir nada a cambio del receptor. Y claro, mal. Ni un curso de gestión de gastos del hogar, de cocina saludable, de lectura de etiquetas de nutrientes o de planeación familiar, nada.

    El severo asistencialismo que esto genera es, literalmente, mujeres teniendo más hijos para recibir más dinero porque nunca han calculado que no les sale a cuenta -no pueden, tampoco, tienen suerte si acabaron séptimo. Que ese subsidio es una ayuda y no cubre ni la mitad de los gastos reales del bebé.

    Quibdó es una región echada a perder por esto. Todo Naciones Unidas con sus 50 departamentos opera aquí, en una ciudad de 100.000 habitantes. Hay una fundación en cada cuadra.

    Regresando a mi situación, la realidad es que se vuelve muy complicado trabajar. 

    Este proyecto es particularmente poco asistencialista. Ofrece algunos beneficios materiales, pero el principal objetivo es una capacitación. Por eso me gustó. Una capacitación y el trabajo psicosocial con los menores. Es algo imprescindible, todos necesitan aprender a formalizar sus procesos. Todos se pueden beneficiar del intercambio grupal, del conocimiento colectivo. Antes lo hacían gratis. Y todos se involucraron de forma, por supuesto, voluntaria.

    Sin embargo, nadie ve un mensaje, ni tiene acceso a wi-fi o datos, si no es para cobrar el subsidio o para enterarse de temas de material, uniformes, implementación... Ahí de pronto a todos les funciona perfectamente WhatsApp. El interés por la colaboración grupal o hacia el beneficio más allá de uno mismo es prácticamente nulo, una incapacidad de mirar más allá del propio interés que abruma.

    Pero, ¿por qué se va a obligar al caballo a beber?
    Quizá veo un caballo agitado, caluroso, sediento. Y sí, puede que desde el exterior yo aprecie que sus necesidades estarían mejor satisfechas si bebiera agua. Más, si por un condicionamiento de varias generaciones de darle el agua a cucharadas o por una vulnerabilidad cultural o educativa, el caballo no bebe... ¿Por qué voy a obligar al caballo a beber? Tal vez no sea bueno que el caballo tome agua hasta que lo haga de plena voluntad. Y si seguimos forzando al caballo a beber (a cucharadas, con biberón/tetero, o colocando jugosos subsidios bajo el agua para que meta la cabeza hasta el fondo y de casualidad le entre un poco de líquido en la boca) puede que no estemos haciendo nada de nada a favor del caballo, su independencia y autonomía.

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