En la vida hay que aguantar muchas cosas.
Desde pequeños se nos enseña que hay cosas que "son lentejas"; es decir, "si no las quieres las quieres las dejas". Siendo que generalmente hay poca opción de dejarlas, porque toca comer para llenar la barriga.
Ese refrán o frase hecha refiere una de las verdades insondables sobre el libre albedrío humano. Siempre hay otra opción: irse, dejarlo, cambiar, morir. Pero innumerables veces nos sentimos arrinconados entre la espada y la pared, como si no hubiera más salida que tomar el camino que se nos presenta. Porque, como en el caso del plato de lentejas (que a pesar del hambre no deseas comer por no gustarte), siempre queda la opción de seguir con el estómago vacío a pesar de las consecuencias. Más nunca veremos eso como opción real; ya que la naturaleza nos impulsa hacia uno de los caminos, el de alimentarnos, limitando nuestro libre albedrío.
Todo esto viene a las dificultades que nos toca aguantar. Que son muchas desde muy temprano. Abuso escolar, negligencia paterna, diversos tipos de inequidad, son algunos ejemplos comunes sin irnos a casos extremos.
La enseñanza a lo largo de la vida, por mucho que tu instinto se trate de revelar, es que "son lentejas".
Pero hay cosas que no se pueden ni deben tolerar.
Y realmente, por mucho que el aprendizaje y el instinto luchen para mantenerte quieta en ese lugar de sumisión y aguante, no tiene pies ni cabeza hacerlo.
Son las cosas que atentan contra tu integridad física, emocional o moral. Es decir, daño directo a tu cuerpo o tus límites corporales, la violación de barreras mentales que protejan tu auto-estima y auto-cuidado -como insultos u otras agresiones verbales desmesuradas- y la burla de valores o principios éticos bajo los cuales riges tu existencia.
Ceder en cualquiera de estos tres puntos implica, automáticamente, una erosión del ser hacia un estado de sumisión bajo dinámicas de poder que incapacitan la auto-determinación.
Y toda esta larga reflexión para contaros que llevo varias semanas aguantando que uno de los señores del equipo me grite sin cesar, me tire el teléfono cuando se le antoja, me llame desde grosera y engreída hasta payasa, hable a mis espaldas con frases del tipo: "de qué podridero de España habrá salido esta para estar en Quibdó", me acuse de estar quedándome con dinero del proyecto delante de talleristas invitados desde Medellín, e intente volver a todo el equipo en mi contra sobre cada decisión que tomo.
Ea, que llegan momentos que toca decidir. Si son lentejas y te partes un diente con la piedra que llevan de lo malas que son, o si las dejas.
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