miércoles, 4 de octubre de 2017

Que se acaben los petardos

El fin de semana pasado regresé a Bogotá por varias razones.
Para revisarme la boca, porque me estaba doliendo una muela.
Para ir a un taller de poliamor. Necesitaba recargarme de afectos.
Y para regalarme un merecido descanso de un trabajo sin horarios, sin apenas apoyo "por arriba" -desde la administración en Bogotá- y con clara oposición "por abajo" -desde el equipo ejecutor aquí.

Al regreso me he encontrado una ciudad de Quibdó en pleno apogeo del final de las Fiestas de San Pacho. Lo que el año pasado fue diversión, descubrimiento y la mejor despedida que la ciudad me pudiera brindar; este año se está convirtiendo en una excusa más para no sacar adelante los objetivos del proyecto.

Keops, mi colega panafricanista y en pro de la liberación afro, dice que esta fiesta es opresora. Y tiene razón. Son más de dos meses durante los cuales la gente recibe ron y aguardiente GRATIS a casi cualquier hora.

Os lo cuento:

San Pacho se divide por barrios, 12 para ser exactos. Son los barrios pertenecientes al centro de la ciudad (los que quedan dentro del "anillo asfáltico").

Oficialmente, este año las fiestas son del 19 de septiembre al 5 de octubre.

(Prueba gráfica)

Llegué el 12 de agosto, y un par de días después ya habían empezado las "alboraditas". Pequeñas versiones de las fiestas de cada barrio en las cuales las bandas de chirimía salen a las 11 o 12 PM a marchar por la zona, practicando la amanecida que se pegarán el día de la fiesta oficial. Hace ya más de 1 mes y medio que comenzaron los petardos con el primer barrio.

El día 3 de septiembre fue la Gran Alborada General. A las 11 PM salieron desde la Catedral, tocando chirimía, haciendo bulla y tomando hasta el amanecer.

El 19 de septiembre fue San Pachito, la mejor parte si no paras a pensar en la indoctrinación que hay tras ello; los niños más pequeños tuvieron su propio desfile. Agotados, muertos de calor y sed bajo esos trajes, recorrieron el centro. En la tarde fue el desfile de "mitos y leyendas".

El día 20 era el más oficial, fiesta administrativa, con el desfile de "banderas". Ese día, en el río Atrato hubo una demostración de canotaje olímpico.

A partir de entonces, entre el 21 de septiembre y el 1 de octubre, los 12 barrios tuvieron cada uno su día para desfilar.
El desfile, siempre igual pero diferente. Primero pasan los "cachés" o disfraces, entre los cuales van pequeñas bandas tocando chirimía. Cada asociación, grupo o zona dentro del barrio confecciona el suyo. No se ven dos grupos vestidos igual en todas las fiestas, cada barrio es una explosión de creatividad y color.
Después pasa el "revulú", una masa de gente sudorosa, amontonada alrededor de los camiones de guaro y ron, saltando al ritmo de los "bafles"; en la cual, cuenta la voz del pueblo, fácilmente te puedes llevar una puñalada porque muchos entran con machetes, cuchillos, navajas...

A menudo se escucha hablar mal de San Pacho, de lo peligroso que es. Sin embargo, incluso el más miedoso se une finalmente a la fiesta; y no rechaza a la muchacha de la camiseta que dice "Platino" cuando pasa una vez más ofreciendo un chupito por la calle sin asfaltar del barrio de turno.

El año pasado, la mayoría de los desfiles los vi desde la seguridad de mi balcón. Este año no tengo ni una ventana con vistas a la calle para verlos. Y, aunque me he perdido la mayoría por tener cosas más importantes que hacer, cuando he salido a mirar un rato los trajes se apreciaba cómo mucha gente daba un paso atrás (igual que yo) al llegar con el "bunde" la parte del "revulú".

Este año han llegado 200 policías adicionales a proteger la ciudad durante las fiestas. He visto sus lechos. Duermen a la intemperie en el comando. Al lado del río, sin mosquiteras. En colchonetas sobre el suelo. Hay un techo pero no paredes, sino rejas, sobre las cuales han colocado una lona verde para que no se vea desde fuera.

Las pandillas del norte que firmaron la paz hace un par de semanas con la alcaldía también están ayudando a mantener la paz. Con su "saber hacer" o conocimiento sobre malandraje, se están metiendo directamente en la masa a despojar de armas a quien las tiene sin emplear pistolas, porras ni placas.

Aun así, ha ocurrido más de un incidente. Pero al parecer, este año -a diferencia de otros- ningún muerto. Me cuentan que antes la gente permanecía en sus casas, porque si te ibas a ver el desfile, a la vuelta estaba desvalijada.

En definitiva, yo solo quiero que se acaben los petardos. Porque, ¿qué más que esto se puede esperar de repartir cantidades industriales de alcohol gratis?

Dos meses de atolondramiento y sumisión, supongo, es lo que espera quien organiza y orquesta esto.

A la mierda con el patrimonio intangible.
No más San Pacho. Así no.

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