Lamentablemente, la amenaza más grande a la vida de estos muchachos no es el hambre, la insalubridad debido a ausencia de agua potable o la falta de acceso a servicios médicos. Todas estas faltas demuestran ineficiencias del sistema por igual, en las que indirectamente se encuentra la mano de un hombre avaricioso o tal vez un engranaje que permite que ese señor opere con impunidad.
En todo caso, el riesgo más grande que afrontan a diario es la violencia sistemática y generalizada por parte de bandas criminales. Conformadas en su mayoría por chavales no mucho más mayores que ellos mismos.
Entre los chicos que acuden a diario a la Fundación se encuentran Óscar y Alfred. Muchachos ya de 'colegio' (es decir, han superado 5° de primaria y pasado a la institución educativa que continúa hasta 11°; el último grado escolar obligatorio en Colombia). Tienen 14 años y los dos tienen novia. Alfred conoció a la suya en un baile. Actividad, me cuentan, donde gente de su edad se junta a oír música en alguna casa. Óscar conoce a la suya de clase, lo cual no deja de ser sorprendente ya que a la pregunta de: "¿Por qué no estás en clase?" Suele responder: "Ya fui el lunes".
Hoy me han contado que unos chicos más mayores han venido a buscar pelea. Eso ha hecho que su semana fuera -entre bien, muy bien, super bien y regular- "regular".
Ganarme la confianza de estos muchachos no ha sido tarea fácil. Irme ahora que la tengo me llena de dilemas éticos.
Óscar y Alfred son los primeros en ofrecerse cuando hay alguna labor física que realizar en la Fundación, como mover material de un sitio a otro.
Desde que conocí a Alfred supe que andaba metido en líos con alguna banda, o lo veía en su contexto más que otros niños. Por su forma de hablar y actuar. Desde el primer momento he querido hacer algo por él, sabiendo que debía acercarme con pies de plomo o arriesgarme a espantarlo. Es, sin duda, el caso más claro de crisis que he encontrado hasta ahora. En un acto disciplinario sobre el uso del balón dentro del recinto me confesó que quería morirse. Lo dijo y lo repitió. Pero la obligación de hacerse el duro y el fuerte ante sus amigos ha impedido que venga a buscar el apoyo que le ofrezco una y otra vez.
El otro día tuve la oportunidad de oír a una profesora de preescolar, Marlenis, hablar con Alfred sobre el tema de las pandillas. De forma implícita pero muy clara le advirtió sobre los peligros de andar con quien no debía, le dio una herramienta para salir de esos grupos y le expresó de corazón su preocupación al ver que uno de los niños que había pasado por sus manos estaba poniéndose en riesgo. Cuando Alfred se marchó, Marlenis me contó que sabía que estaba "metiendo vicio". Que el hermano mayor estaba muy involucrado en todos esos problemas. Me narró como llegaba a clase de chiquito marcado por la correa y hasta la hebilla del papá...
Hoy, la señora que hace el aseo en la Fundación le pide a su hijo que deje de andar metido en esos planes. Él, mayor que Óscar y Alfred, nos ayuda también cuando puede. Contesta e insiste que "qué sabe ella de los planes en los que él está".
Aquí, si un muchacho se tiñe la parte superior del pelo de rojo, la gente del barrio asume que está en una banda. Alfred y Yeison, el hijo de la seño, se han cortado estos días lo que tenían teñido.
Ojalá signifique que hemos logrado entre todos algo bueno con ellos.
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