La característica que más me anima a seguir adelante con mi trabajo cada día es, sin duda, las ganas que tienen algunos niños de aprender. La intención y firme motivación con la cual se esfuerzan para salir adelante.
Ya os hablé del caso de Yusi quien, pese a todas las dificultades, lo único que desea es aprender a leer. También he contado como un simple acto de dedicación hacia un niño en particular puede hacer maravillas por mejorar su actitud, pues lo único que quiere es ser enseñado de la forma y al ritmo en el que puede aprender. Felipe ha cambiado su comportamiento completamente conmigo. Es uno de los niños que más me busca durante el descanso y en la Fundación, y hemos realizado alguna que otra sesión individual de refuerzo lector. Yusi me pregunta a diario si ese día tendrá clase conmigo.
Pero hoy quiero escribir sobre mi favorito -ya sé que no debería tenerlos, pero algunos niños acaban por deslumbrar de tanto que brillan-.
Yosmer tiene 9 años.
Está en el salón de tercero al que tuve que dar clases de suplencia durante tres semanas.
Durante la segunda semana, cuando el nivel de indisciplina era tal que el coordinador de la Fundación y el de la escuela tomaron la decisión de mandar a su casa aquellos alumnos peor comportados, él fue uno de los seleccionados para no volver hasta el regreso de la profesora. Junto con su hermano Deivid, de 8 años.
La decisión estaba fundada en haber identificado a los causantes principales de las peleas y la bulla durante la clase.
A la salida, Yosmer llevaba más de 20 minutos llorando desconsolado mirando hacia dentro del salón de clase por la reja de una ventana. Decidí quedarme a hablar con él. Su hermano Deivid también lloraba, pero se notaba que era por contagio más que por sentimiento:
- ¿Por qué lloras?
- ...
- Lloras de pena, rabia, frustración, enojo, culpa... ¿Qué estás sintiendo?
- ...
- ¿Estás llorando de rabia porque te han castigado o de pena porque no puedes ir a la escuela más?
- De pena porque no puedo ir más a estudiar - balbuceó entre mocos y lágrimas.
- ¿Por qué te da pena no poder ir a estudiar?
- Porque yo quiero poder estudiar para ser un hombre de provecho.
Ahí se me deshizo toda la dureza, el enfado de llevar días bregando con estos muchachos tan revoltosos y las ganas de sacarlos como fuera de la escuela para no tener que aguantar más el desorden, ni seguir desgastando la voz. Le solté una charla sobre el privilegio de la educación, para que entendiera que si se sentía así de mal era porque notaba cómo le quitaban algo importante. Y que si le importaba, entonces debía apreciarlo más mientras lo tenía y había gente dedicada a aportarle esa educación; en lugar de estar armando jaleo. Le prometí contar su caso al coordinador para ver si podía regresar al salón, siendo que tenía tantas ganas.
La respuesta de mi coordinador en ese momento fue que "no hay que creerles" -tiene que haber gente perdida en todas partes-. Pero tuvo que ceder y dejarles a todos entrar a clase igualmente cuando los niños seguían llegando a la escuela a pesar de decirles repetidamente que se les había sacado del salón hasta nuevo aviso por mal comportamiento. El problema entonces fue que dejó de verse contenido útil en el aula, por falta de orden y disciplina suficiente. Yo, por mi parte, abandoné esa tarea de suplencia para realizar otras más satisfactorias.
Una tarde llegó Yosmer a la Fundación, con su cuaderno en la mano, a pedirme que le pusiera la tarea. Le expliqué, tranquilamente, que el profe suplente era el coordinador y no yo. La responsabilidad de ponerles tarea era suya. Pregunté igualmente qué habían visto ese día en clase, por tener una idea de qué suscitaba las ganas del muchacho. Efectivamente, llevaban varios días entre tablets, juegos insulsos, películas y desorden general que impedía cualquier actividad educativa. Me decidí a inventar alguna tarea de matemáticas, y cuando terminé de escribir fracciones en el cuaderno -dos páginas de ejercicios- me dijo:
- ¿Y de español no?
Así que tuve que ponerle tarea de español también.
Desde entonces, Yosmer ha venido a diario a por su tarea. La profesora del salón se ha recuperado y ha regresado a dar clases. El primer día le dije que era responsabilidad de la profesora poner la tarea a todos los niños. Después, hablamos sobre el manejo de su tiempo libre fuera de la escuela y acordamos que le podría tarea siempre que no tuviera demasiada de la clase normal (Yosmer es muy insistente). El fin de semana le puse bastante tarea, pero incluí verbalmente la de 'divertirse', y me aseguré de corregirla el lunes. Lo hizo viendo la película de Thor, comiendo palomitas y saliendo a volar cometa.
Yosmer quiere ser abogado, como su tío. Y cuando le hago sonreír se parte de risa, porque está siempre muy serio. Le encanta leer. Camina más de 20 minutos hasta la escuela, por calles con bastante tráfico. Su hermano Deivid no es tan juicioso como él, así que debe ser responsable por ambos en ocasiones y andar pendiente de que el menor ("el es más grande pero yo soy mayor") no se meta en líos.
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