viernes, 6 de abril de 2018

Trocha

Ayer me licencié en trabajo de campo.

Con un pie enfundado en un zapatón ortopédico, el dedo en una condición misteriosa de dolor y una bolsa de permisos me dispuse a adentrarme en el barrial de El Jazmín.

Junto con mi compañera, dos veces entramos por un lado y salimos por otro del poblado. Subiendo y bajando pedregal puro de canto rodado a veces, montañita y cerro de arcilla otras; o hasta cimas de puro deshecho humano consistente en maderos, bolsas y otros plásticos.

Entre las casas de cemento, madera y zinc, algunas grises y otras de vivos colores, olíamos las sopas que se preparaban en la mayoría de ellas. Una niña devora un tazón repleto de arroz con pasta. Sin salsa. El jugo se ha terminado. Pero nada más llegar nos ofrece agua.

Configuraciones familiares de todo tipo. Abuelos cuidando de sus nietas. Tíos y tías mirando por sus sobrinas mientras el padre trabaja en la mina, sin saber nada de la madre. Primas hermanas que reciben a las dos menores en su hogar hasta que la madre regresa de trabajar, para que no estén solas en casa. Hogares monoparentales, a patadas, donde la madre saca adelante más de tres o cuatro críos y habla de la «cantidad» de hermanos que tienen de parte del papá. y alguna familia "tradicional" en la que el padre, ausente a menudo por trabajo, nos ruega que velemos por la seguridad física de su hija.

En una linda casita colgante, al borde de una pared selvática y frondosa, una voz masculina sin identificar le pregunta al chiquillo que nos guía:
-¿Qué culebra era?
-¡Una pequeña! -responde.

Y su madre, al preguntarle sobre la fortaleza principal de ese hijo, le mira con los ojos brillantes sin alcanzar a responder. La vecina que le acompaña, mi compañera también, insisten y reformulan la pregunta. Actúan pensando que ella no ha entendido el significado de mis palabras. Sin comprender que, entendiendo perfectamente el propósito, lo que no le alcanza es la emoción.

Su madre mira al chiquillo, con amor, pero incapaz de formular una expresión de aprecio. Desde ese lugar de vergüenza y vulnerabilidad que sienten las personas a quienes nadie ha enseñado que mostrar amor es una fortaleza, no una debilidad. Tengo que contener mis lágrimas, así que cambio el tema para romper el momento. Esperando que haya quedado en ellos ese espacio e interés de unión.

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