jueves, 15 de marzo de 2018

Chanchullo electoral y Mercurio

El pasado 11 de marzo fueron las elecciones al Congreso de la República de Colombia. Órgano legislativo conformado por el Senado y la Cámara de Representantes. A mí la política me aburre un rato. Pero como todo, aquí hasta unas elecciones tienen su tinte particular.

El primer indicio de que ocurría algo diferente fue la creciente contaminación ambiental con pancartas y carteles de candidatos para los cargos. Obedeciendo a su instinto rural, el empapelado no se limitó a los postes y muros de la ciudad, ofreciendo un espectáculo digno de esta ciudad:

En algunos locales vacíos, desde el exterior, podía apreciarse al pasar un recinto completamente cubierto -sus cuatro paredes- con los afiches del candidato. Un verdadero mosaico embriagador de caras pastelosas y números tachados en rojo, adornado por algunas bombas (globos en castellano del Quijote) que combinaban con los colores de la propaganda. En un rincón, una mesita cubierta por algún mantel de tela o papel del mismo color principal que los afiches, sobre la cual algún aparato emitía música distorsionada. A su lado, en una silla de plástico de exterior, el candidato en cuestión, esperando a ser consultado por la ciudadanía.

El día de las elecciones, ya había escuchado muchos rumores. Por fin me encontré con suficiente ánimo para dar una vuelta por las actividades que tenemos A LAS SEIS DE LA MAÑANA y acabé pasando frente a un par de sedes electorales.

En mi última visita del día, comentaba con uno de los compañeros la situación mientras observábamos a la gente entrar y salir del colegio:

- El profe me dijo que en nosecual corregimiento el paquete completo estaba a la venta por ochenta mil. - Le digo a Walter, recordando una conversación en la que, brevemente, me habían explicado cómo el soborno local por votos ha evolucionado de traer un camión con ponqué y gaseosas "doslitros" a pagar "paquetes" que compran el voto conjunto de Cámara y Senado.
- Por eso es que yo hace cinco años no voto. - responde él - Todo ese poco 'e gente y nadie hace nunca nada. ¿Sabe por qué están todos esperando ahí?
- Bueno, ¿eso es un paradero de bus, no? - digo yo, ingenua.
- Cual bus, usté sabe que'l bus acá para donde sea, eso, eso... Quibdó es la única ciudad que no tiene paraderos como las demás. - me contesta Walter con una sonrisa.
- Cierto, nada más es levantar la mano y para el bus.
- No, esa gente está ahí esperando porque ya votaron a que vengan a darle lo suyo.

Walter me contó, también, que algunas personas hacen una ronda por los colegios electorales y se sacan hasta doscientos mil pesos ese día reclamando haber votado a tal o cual candidato.

Esa mañana, además, tuvimos la fortuna de escuchar directamente a un señor barrigón, con gafas de sol y de perilla, ataviado con pantalón corto color caqui y riñonera (canguro para Colombia), informar a un receptor anónimo por teléfono que "fuesen a votar, que él respondía por lo de los votantes". Vamos, que encontrarles no es difícil.

La fiesta de la democracia.

A parte de eso, a mes y medio de cerrar proyecto, andamos un poco angustiados con la ejecución. Digo andamos pero es más bien andan (en Bogotá). Pues a mí los indicadores que han marcado me #$%& un poco a estas alturas, ya vistos que son cero consecuentes con la obtención de una mejor calidad de vida.

Así que, después de varias horas de reunión presupuestal -y con otras tantas pendientes-, me he regalado un almuerzo en el mejor restaurante de la ciudad. No es sorprendente que siempre me encuentre a alguien conocido (o por conocer) allí. La última vez estuve sentada al lado de Choquibtown. Hoy, una amiga me ha invitado a reunirme con su grupo de compañeros.

El tedio con los cooperantes de alto nivel (Suiza, Naciones Unidas) es que tienen unos protocolos de seguridad que ni Guantánamo. Les adoctrinan antes de venir sobre todos los peligros que van a encontrar en terreno. Y así, entre risas y bromas, es como he descubierto que Colombia (gracias a Quibdó) es el país número 1 en emisión de mercurio per cápita. Con una breve lectura extra, he descubierto también que el aire selvático que creía puro y limpio tiene hasta 24 veces más mercurio del que la OMS considera peligroso. Especialmente en el centro de esta ciudad. ¿Sabéis donde vivo? Exacto.

ME PICA TODO.

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